Damián Torres tiene 39 años y es cartagenero. Siempre le ha gustado inventar cosas. De pequeño modificaba sus juguetes para que no se parecieran a los de sus amigos. Hace poco patentó unos calzoncillos antiladillas que han dado mucho de qué hablar.

¿Cómo se le ocurrió lo del calzoncillo antiladillas?

Viendo una película de estas de coña. Un amigo le dice a otro que le ha salido una verruga en sus partes y que no lo entiende, porque siempre usa condón. Su colega le dice que el condón no lo cubre todo. Eso me hizo pensar que había que inventar algo y me puse manos a la obra.

¿Cómo desarrolló su idea?

Fue difícil porque a la dificultad de un invento hay que sumarle que no veo nada. Por eso tuve que pedir ayuda a mi hermana mayor. Ella me hizo los dibujos, para poder presentarlos al Registro de Patentes.

¿Cómo es el calzón?

Sólo hay bocetos, aún no se ha hecho ninguno. Mi idea es que sea de látex y de usar y tirar. Es como un boxer con un condón incorporado. Con él se evitarían los contagios de enfermedades de transmisión sexual. También he patentado unas bragas de este tipo con condón vaginal y he hecho otro prototipo, para realizar sexo anal. No he dejado a nadie al margen.

¿Alguien se ha interesado ya por su invento?

Bueno, el cartagenero que inventó las vallas para amortiguar las caídas de los moteros vino a mi casa porque se enteró de lo que yo hacía. Me dijo que me ayudaría de corazón y me hizo un proyecto. Cuando mi hermana me lo leyó puso el grito en el cielo. El máquina se había puesto de inventor y a mí de colaborador. Cuando le dije que no firmaba, tuve que salir corriendo a patentar los calzoncillos para que no me robara la idea.

¿Cuándo se dio cuenta de que usted tenía madera de inventor?

Siempre me ha gustado inventar cosas. De pequeño ya modificaba mis juguetes, para que fueran diferentes a los de mis amigos. Empecé con los aviones, pero tuve que cambiarme a los coches teledirigidos.

¿Por qué tuvo que cambiar?

Tuve tres aviones y les hice de todo. Les puse motor y los preparaba a la perfección, pero a la hora de probarlos siempre los estrellaba. Al final me cambié a los coches, porque empecé a mosquearme. Era muy malo. Por lo menos, ahora ya sé que para volar un avión hay que lanzarlo a favor del viento. Menuda ruina.

Y ¿qué tal con los coches?

Muy bien, aunque es un hobby caro. Entre pitos y flautas me llegué a dejar más de 200.000 de las antiguas pesetas. Siempre estaba haciendo chapuzas, para comprarme algo nuevo. Luego me dio por las motos, que han sido mi pasión.

¿Qué tipo de motos?

Me gustaba coger motos antiguas y modificarlas. Cogía la Radian de mi padre y le hacía agujeros a chasis, para fabricarme una moto a mi gusto. Con 17 años me llevé un premio por las modificaciones que le hice a una antigua Ducati.

¿Cómo era la moto con la que ganó?

Era muy especial. Le cambié el asiento por una silla de montar a caballo y le puse un manillar de acero torneado hecho por mí. Mi padre decía que estaba grillado. Luego he tenido muchas más motos, pero hace poco me lo tuve que dejar.

¿Por qué decidió apartarse de las motos?

Hace casi dos años me empecé a quedar ciego por culpa de la diabetes. Ahora casi no veo nada. Por eso me he dejado las motos.

Tuvo que ser un momento difícil. ¿Cómo lo afrontó?

Ya sabía que podía pasar, así que no me lo tomé muy mal. Además, no me quedé sentado en el sofá a verlas venir. Siempre me ha gustado hacer cosas y aunque no vea las sigo haciendo. Bueno, las que puedo.

¿Qué le han dicho sus familiares y amigos del invento? ¿Se han reído mucho?

Pues la verdad es que no lo había comentado mucho, pero creo que dejé a los del Registro de Patentes un poco conmocionados. Tampoco te puedo decir qué cara puso mi hermana cuando se lo dije, porque no veo y tampoco dijo mucho.

¿Se considera un inventor?

Claro que no. Me gusta hacer cosas, pero sólo eso.