Antonio Ruz coreografía 'El Barberillo de Lavapiés': "Mi guiño es usar bailarines de contemporáneo con esencias de época"

El bailarín y coreógrafo Antonio Ruz.
El bailarín y coreógrafo Antonio Ruz.
Laura Ortega
El bailarín y coreógrafo Antonio Ruz.

Antonio Ruz, bailarín, coreógrafo y premio nacional de danza, y Alfredo Sanzol, autor y director teatral, premio nacional de literatura dramática, se atreven juntos con una zarzuela clásica, El Barberillo de Lavapiés, en un intento del Teatro de la Zarzuela de revitalizar el género y atraer nuevo público.

En escena desde el 28 de marzo al 14 de abril, hemos conversado con Ruz:

¿Qué piensa un coreógrafo tan actual cuando le piden una zarzuela?

Aunque sea un coreógrafo de danza contemporánea, yo he estudiado flamenco, danza española, ballet clásico e intento en mi carrera no tener prejuicios. Es verdad que la zarzuela es un género específico, muy español, que está quizás asociado a una mentalidad concreta, pero he visto ya zarzuelas de una manera más actual, con una mirada contemporánea, que creo que respetan la esencia y la trama, la parte más importante además de la música. Y si yo, como coreógrafo, puedo aportar un poco de frescura, actualidad, a ese cuerpo de bailarines, de cantantes y de coro, pues encantado.

¿Cómo se enfrenta al reto de innovar en una coreo de hace 145 años?

Sobre todo con el máximo respeto. Investigando muchísimo. Pero es que yo parto de la base de que no quiero innovar. Yo voy con mi mochila cargada de todos los estilos y todos los coreógrafos que me han nutrido, con toda mi trayectoria, y en cada proyecto suelto algo. Porque todo lo que nos ha servido a nosotros al final lo podemos usar. En este caso, yo me he ido al siglo XVIII, a la época en la que Larra y Barbieri sitúan la acción, y también he tenido en cuenta dónde van a estar esos cuerpos, el espacio, la escenografía, el vestuario.

En este caso, la escenografía y el vestuario que ha propuesto Alejandro Andújar froman entre sí un contraste casi anacrónico. La escenografía es abstracta, negra, y el vestuario histórico. Eso me dió las claves de cómo se iban a mover sus cuerpos en esta adaptación. Además soy un enamorado de la época, de la historia de la danza en España. Me he ido a todo nuestro ligado pictórico y de grabados de esa época en la que la danza era una constante en la sociedad. Si no era un lenguaje político, sí lo era social. Se bailaba en las praderas, en las romerías, en las verbenas y en los bailes de candil en las casas de Lavapiés. Me he ido nutriendo de ese universo goyesco o bolero, de la seguidilla, las danzas que son nucleares en la estructura de las melodías de Barbieri.

¿Cuál ha sido su aportación? ¿Hay fusión de estilos?

Lo más interesante es que no estamos contando con bailarines de danza española, ni de danza histórica, si no actual, contemporánea. El guiño que he pretendido, el perfume que he querido impregnar todo el proyecto, es justamente eso, los bailarines de danza contemporánea, con un movimiento más orgánico y más libre, pero con una esencia de época. De la época de esas danzas goyescas, boleros, con esas torsiones. Al final la danza ha evolucionado, pero hay mucho de esos bailes folclóricos: jota, seguidilla... En resumen, que me he nutrido de esos pasos pero le he dado una visión más desestructurada como de un cuerpo actual.

El Barberillo de Lavapiés.
El Barberillo de Lavapiés.

¿De veras que una zarzuela puede ser un espectáculo moderno?

Yo creo que sí, por supuesto que se puede revitalizar, desempolvar, dar otra visión. Si queremos que estos géneros continúen vivos y programándose, pues hay que hacerlos más actuales, para que los jóvenes se acerquen sin prejuicios y para que la gente muy aficionada, los entendidos, también puedan ver otra visión diferente. Se está haciendo en la ópera. En muchos sitios hay coreógrafos dirigiendo ópera y aquí directores teatrales haciendo zarzuela. Lo que yo puedo aportar es que la coreografía no va a ser solo lo que van a bailar los bailarines, sino el trabajo interesante con los cantantes/actores y con el coro, que se tiene que mover y ése sí que es otro mundo. Con mi experiencia de mover grandes grupos en escena está saliendo un proceso creativo rico y gratificante.

Les llaman para atraer nuevo público, pero ¿el de siempre abandonará la platea?

No. Yo creo que no, porque es la música está intacta, los cantantes son de primera calidad y la dirección es magistral. Estamos haciendo una versión que no es complaciente, pero sí con mucho respeto al libreto original. Hemos intentado que sea percibido como un espectáculo, un todo unitario. No deslabazado, ahora viene el canto, ahora el ballet, si no que todo esté combinado, que todo dialogue. Y el público es inteligente. Cuando se le da un trabajo pensado, meditado y hay un elenco de nivel creo que se va a quedar en la butaca. Y si se van, ellos se lo pierden.

¿Le ha gustado la experiencia? ¿Qué ha aprendido?

Pues sí. De todos los proyectos me llevo mucho y de este también. La zarzuela, cuando te acercas no entiendes bien las tramas, parece superficial y frívola, por como se ha tratado e identificado con cierto público. Pero cuando me he puesto a desgranar la trama y a ver esa música, que es de una belleza impresionante, me ha inspirado muchísimo. También he aprendido de la dirección de escena. Trabajar con un grande así (Alfredo Sanzol), hace que te lleves la sabiduiría de un genio. Al final, se trata de conocer nuestra historia. La zarzuela es parte de nuestro legado cultural, era la comedia musical del s. XIX. Ahora digo que el día que me ofrezcan otra (zarzuela) diré que sí, no me lo pensaré tanto.

¿Cómo ha sido la colaboración con Alfredo Sanzol?

Mi admiración es total por él, por cómo dirige desde la humildad. Alfredo juega, está jugando constantemente, hace jugar a la gente pero desde un punto muy serio y respetuoso. Tiene una visión teatral desde la acción pura y dura. No hay artificio, no hay impostación. Es todo muy natural, orgánico. Tanto él, como director, como su manera de trabajar y por cómo ve a los cantantes/actores y a los bailarines. Me da mucha libertad y cuenta con mi opinión siempre. Se muestra abierto. Estoy flipando y agradecido. Este proyecto es una invitación de Daniel Bianco (al frente del Teatro de la Zarzuela), pero fue Alfredo el que tras ver Electra, me llamó para estar a su lado.

Y ahora sobre sus proyectos personales, ¿qué será lo próximo?

Después del estreno de 'El Barberillo de Lavapiés?, me voy a Barcelona que me ha invitado el Auditori para hacer un proyecto pedagógico de acercamiento a jóvenes y familias de la música de Maurice Ravel con la Orquesta Sinfónica de Cataluña y seis bailarines. Ya lo tengo creado. Solo falta rematar el espacio. Después, hay una colaboración con Victor Ullate a final de año, y más proyectos, pero ahora mismo, el Barberillo.

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