Una tierra capaz de atrapar voluntades

Nacieron fuera de Andalucía, pero han llegado para quedarse. Cada uno, 531.000 son extranjeros, cuenta una historia distinta.
Adam Agostinelli. Estudiante de Boston. «En los bares hay que gritar»
Adam Agostinelli. Estudiante de Boston. «En los bares hay que gritar»
Adam Agostinelli. Estudiante de Boston. «En los bares hay que gritar»

El sol, los pueblos blancos, la playa, el ocio nocturno, la gastronomía, el patrimonio cultural, el golf, las oportunidades de negocio, la forma de ser de su gente... Detrás de cada persona que ha elegido Andalucía para establecerse (531.827 son extranjeros) existe una razón para que las bondades de la tierra más al sur de España formen ya parte de sus vidas.

Uno de estos casos lo encarna Diana Reyes Salobral (Madrid, 27 años) que ha pasado toda su vida en Bruselas (Bélgica) y hace tres años llegó a Sevilla con un contrato de trabajo y la intención de hacer amigos pronto. Eso le costó más de lo que preveía: «Todos hablan por los codos, en el autobús, en la discoteca… Pero eso de entrar en su grupo de amigos es más complicado», describe. Aunque, «a día de hoy, no me voy de aquí», sentencia.

Y ya es capaz de demostrar que se ha hecho a las costumbres: «Salgo a la calle durante la Feria de Abril y se me ilumina la cara», remata.

Prisma empresarial

El aterrizaje del empresario Esteban Tarragona (Barcelona, 50 años) en Málaga es muy distinto. Llegó en 1992, montó Suminsur (suministros ferreteros) y le cayó la crisis, una «parecida» a la que vive la Costa ahora con la construcción, recuerda. «Con estos días de sol cuesta menos estar en el trabajo», dice, y tiene su opinión sobre el tópico de que los andaluces son vagos: «Aquí se tiende más a los extremos: la gente destaca porque trabaja mucho o porque lo hace muy poco. En Cataluña es más intermedia».

Desde rumanía y estados unidos

Gabriela Stan. Presidenta de Córdoba Acoge.

«Me encanta el salmorejo»

Gabriela Stan llegó a Córdoba hace un año para trabajar y se ha quedado tan prendada con la comunidad andaluza, que hace unos meses se trajo desde Rumanía a su hijo.

«Andalucía nos ha embrujado, pero sobre todo nos gusta Córdoba. Otra de las características que no cambio por nada es su gastronomía. Me encanta el salmorejo, la paella, y el rabo de toro», comenta Gabriela Stan.

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