Una semana de angustia sin llegar a Julen

Un dibujo en el que Óliver, el hermano difunto de Julen, arropa al pequeño dentro del pozo.
Un dibujo en el que Óliver, el hermano difunto de Julen, arropa al pequeño dentro del pozo.
Lucía López

"Cuando me enteré de la noticia, me imaginé el típico pozo circular con piedras, con una polea y un cubo atado para sacar el agua. Me parecía exagerado que para eso viniera un helicóptero... hasta que me enteré de cómo era el agujero". Probablemente Sara, camarera del bar más transitado de Totalán (Málaga), no fue la única que en un principio se imaginó el pozo así.

Para comprender la relevancia de este suceso que tiene en vilo no solo a España, sino a gran parte del mundo, primero hay que figurarse cuánto abarcan 100 metros de profundidad. Una buena manera es pensar un edificio estándar, donde los techos de cada vivienda suelen medir aproximadamente tres metros de altura. Suponiendo que el edificio tiene siete plantas, mediría poco más de 20 metros. Serían necesarios cuatro edificios de siete plantas superpuestos unos encima de otros para aproximarse a los 107 metros bajo tierra en los que se encuentra Julen. A esto hay que sumarle el diámetro: 24 centímetros.

El pequeño, con tan solo dos años, ya lleva una semana entera metido al fondo de un pozo de estas características, con un taponamiento de tierra sobre él. Había acudido con sus padres, José y Vicky, a inaugurar la finca que recientemente había comprado la pareja de la prima de José. El periódico regional Diario Sur, que lleva cubriendo el suceso in situ desde el minuto uno, pudo hablar con el padre, que les explicó en qué circunstancias se produjo la caída: "Estábamos preparando una paella. Yo estaba echando leña al fuego y mi mujer cogió el teléfono para avisar de que no iba al trabajo. Ella estaba con Julen y me pidió que yo le echara un ojo mientras llamaba. El crío estaba a cuatro o cinco metros. Yo fui a coger un par de troncos y el niño echó a correr [...] Mi prima, que estaba más cerca, salió tras él y empezó a gritar '¡el niño, el niño!', temiendo que se tropezara".

A las 13.45 horas del domingo 13 de enero, Julen se coló por el estrecho agujero y, desde entonces, no ha vuelto a salir. Desde aquel momento, aunque es cierto que las tareas de rescate no han cesado ni un minuto, nadie ha sido capaz de estar más cerca del crío que su padre cuando metió el brazo por el hoyo para intentar sacarlo.

Los equipos de rescate se han ido encontrando con numerosas dificultades a lo largo de estos siete días. Todo hubiese sido más rápido y sencillo si, para empezar, no se hubiese producido un duro tapón de barro a 73 metros de profundidad del pozo. La geología de la zona tampoco ayuda. Cuando intentaron excavar un túnel horizontal que atravesase la ladera de la montaña para acceder a la cámara donde está atrapado, la inestabilidad del terreno impidió a los rescatistas proseguir con las obras. Algunos de los camiones que transportaban la maquinaria hasta la cresta de la montaña donde se ubica el pozo también han sufrido contratiempos que han ralentizado el proceso.

A todos estos obstáculos se ha sumado esta madrugada uno más. La esperada perforación del túnel vertical que comenzó este sábado 19, después de llevar más de 20 metros excavados, se topó con una franja de cuarzo que hará más lentas las obras y que estirará las 15 horas previstas inicialmente para terminarlo. Todo ello sin olvidar que, una vez finalicen dicho túnel, los mineros asturianos se tendrán que poner manos a la obra —literalmente— y empezar a picar una pasarela horizontal hasta el pozo donde se encuentra Julen. Según fuentes oficiales que trabajan en el operativo, estos expertos tardarán una media de ocho horas por cada metro, y hay tres de por medio, lo que se traduce en 24 horas más.

Día tras día, la esperanza de que todo se solucionase en unas pocas horas se ha convertido en impotencia, desesperación y finalmente en abatimiento. Pero aunque hayan transcurrido casi 168 horas, muchas personas creen en los milagros y aún piensan que es posible sacar al chiquillo de allí con vida. No importa a qué vecino del pueblo le preguntes cómo se está viviendo lo ocurrido. Todos están seguros de que se trata de una pesadilla de la que de un momento a otro van a despertar. Creyentes y ateos rezan por Julen. Le tienen en sus conversaciones, en sus mentes, en sus corazones.

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