El rey Felipe VI  ha cambiado de prioridades a la hora de ordenar su discurso en la Nochebuena de 2018 con respecto a cómo lo hizo en 2017. Han cambiado los temas, como así lo ha hecho la situación del país. El monarca ha dejado en un segundo plano la situación de Cataluña para hablar de los jóvenes y del espíritu de la Constitución, que este año alcanzó su cuarenta aniversario.

Aunque la palabra democracia ha estado presente en su mensaje en varias ocasiones, no ha tenido la misma connotación. En 2017, Felipe VI habló de un "año difícil de la vida en común", sobre el desafío secesionista. Esta vez, ha sido directo para aclarar que la convivencia exige "respeto a la Constitución" porque es la que "nos ampara y nos protege".

El año pasado reivindicó el "espíritu integrador de España" y avisó de que era necesario mantener "el arraigo con la sociedad". En definitiva, fue un mensaje más centrado en el entonces presente. En cambio, esta vez ha mirado más hacia el futuro.

Se vio además a un monarca mucho más categórico: "No se pueden imponer las ideas propias frente a los derechos de los demás", sentenció, para añadir que si no se respetaba la Carta Magna, los principios democráticos quedarían "quebrados" y la convivencia sería "inviable".

En 2018 en cambio ha apostado por un mensaje más optimista. "Debemos valorar con orgullo lo que somos, lo que hemos hecho y confiar en lo que podemos hacer entre todos, alejando el descontento o el pesimismo", dijo.

El discurso de hace un año también tuvo referencias al terrorismo (por los atentados de Barcelona), algo que no ha exisitido esta vez. Habló de enfrentamiento y exclusión, reprochando a quienes querían una sociedad dividida, cuando ahora ha insistido en "sumar fuerzas" para una España mejor. El mensaje, por tanto, se ha dado en clave positiva.