Cada día que pasa, Madrid se sitúa más lejos de cumplir la normativa sobre contaminación de la Unión Europea.

El pasado viernes 8 de febrero la media de emisión por dióxido de nitrógeno (gas que emiten los coches) se situó en 82 microgramos por metro cúbico, casi el doble del máximo de 44 fijado por la Unión Europea para 2008.

Desde entonces no ha habido un sólo día en el que no se haya superado este límite. El 9 de febrero se midieron 67 microgramos por metro cúbico; el 10 de febrero, 66; el 11 de febrero, 77, y anteayer, 12 de febrero, se registraron 57 microgramos por metro cúbico. La media de los cinco días es de 69,8 microgramos por metro cúbico.

Peores datos que en 2007

Éstos son los últimos datos disponibles en la página web del Ayuntamiento de Madrid (www.munimadrid.es) y andan a la par de la media de 2007: 60 microgramos por metro cúbico. En el año 2010 el límite máximo será de 40 microgramos por metro cúbico.

A este respecto, la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, pidió ayer al Consistorio que «tome medidas» sobre estos niveles de polución, que se sitúan «fuera de las exigencias de la UE».

El área de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Madrid aclaró ayer a este periódico que la norma para este año establecida por la UE «es sólo indicativa» y que «se está trabajando para cumplir los niveles obligatorios de 2010». La edil del ramo, Ana Botella, afirmó además que las regiones más contaminadas son Andalucía, País Vasco y Cataluña, y pidió a Narbona que no cree «alarma social» sobre la contaminación.

La cortina del polvo sahariano

Otro indicador sobre los niveles de contaminación en la capital son las partículas en suspensión. Los medidores situados en la ciudad registran todo tipo de partículas dispersas en el aire, tanto las artificiales como las naturales. Estas últimas no se contabilizan como polución y proceden, en su mayoría, del polvo sahariano que viene de África que a veces azota Madrid. Una «cortina de humo» que, según Ecologistas en Acción y meteorólogos consultados por 20 minutos, es utilizado para «disimular» los verdaderos datos sobre polución.