Las emociones que invadían a Totó cuando correteaba por el Cinema Paradiso deben parecerse bastante a lo que se siente al entrar en las salas de proyecciones del histórico Cine Paz. Los proyectores de 35 mm han sido desbancados por los digitales y las al menos seis bobinas que ocupaba cada película se condensan ahora en un pequeño disco duro. Pero aquí, en este negocio que cumple 75 años sin haber dejado de ser familiar, se pueden encontrar aún tesoros de aquellos tiempos en los que el trabajo de proyeccionista era un auténtico arte.

"Nos mantenemos porque hemos sabido reinventarnos y tenemos una programación especial", cuenta Carolina Góngora, responsable con su hermano Mariano de un local  por el que han pasado actores como Nick Nolte o Jason Gould y personalidades como los actuales reyes eméritos. La joven detalla el secreto de la permanencia mientras recorre unas instalaciones que llevan 40 años siendo de su familia. El abuelo Maximiliano compró este cine de la calle Fuencarral en 1978. Fue el último de los 14 que llegó a tener, creando uno de los circuitos cinematográficos más importantes de Madrid. Su yerno, Mariano Góngora, le sustituyó en 1989 y 17 años después empezó a gestionarlo la tercera generación.

Pionero en muchas ocasiones en la instalación de las tecnologías surgidas en cada momento, el principal cambio que el Cine Paz ha experimentado tuvo lugar en 1997, cuando sus 998 butacas pasaron a ser distribuidas en cinco espacios con diferentes aforos. "Empieza a ser difícil llenar una sala tan grande y, sobre todo, es cuando nacen los multisala a las afueras", relata Carolina. "Pero lo más importante es que empezamos a programar títulos diferentes. Nos aliamos con distribuidoras europeas independientes y pequeñas que empiezan a traer a España películas en versión doblada, muchas de ellas de nuevos directores. No hay escenas violentas, ni de sexo, ni de drogas… Se trata de comedias, dramas, muchas basadas en hechos reales o personajes históricos", sigue.

Esa seña de identidad, unida a contenido alternativo como óperas, ballets, recitales o documentales, les ha permitido atraer a un público muy fiel, sobre todo femenino y mayor de 60 años. Espectadores muchos de ellos que acuden todas las semanas y se dejan aconsejar: "Esa es también una de nuestras diferencias, el trato personal. Nuestros tres acomodadores conocen a los espectadores de siempre, saben qué películas han visto, cuáles les pueden gustar...". La plantilla la completan otros 11 trabajadores y el más veterano lleva dos décadas.

Este personal atiende a unos 180.000 clientes al año, cifra previa a la crisis que, tras una "gran bajada entre 2011 y 2014", han logrado recuperar. Su principal reto ahora, "como el de todos los cines, incluso de Europa", es atraer a los jóvenes, "que dejaron de venir hace diez años". Iniciativas como las promociones para menores de 30, los acuerdos con centros educativos o la proyección de algunos taquillazos, siempre que sean "historias con trasfondo", surgen de ese espíritu de reconversión constante, gracias al que ya han sorteado otros baches: el vídeo, la piratería, las plataformas digitales...  Y gracias al que hoy conmemoran en plena forma aquel 13 de noviembre de 1943, en el que las puertas se abrieron por primera vez con el film Antes de entrar dejen salir. 

Para festejar este 75 aniversario, los hermanos Góngora han recuperado 24 películas, entre hitos para ellos y grandes clásicos. El ciclo acaba el jueves y se complementa con una exposición en el vestíbulo sobre la historia del local. En un sector en el que muchas salas emblemáticas no han sobrevivido, en una ciudad que en los 80 contaba con unas 140 y hoy no llega a las 30, ser el cuarto cine abierto más antiguo tiene mucho mérito y merece una gran celebración.