El gallo, el rey, zarramaco, danzantes, alguaciles y el mozo mayor protagonizaron un año más el domingo del carnaval en la localidad burgalesa de Mecerreyes, donde la tradicional corrida del gallo concluyó con la subasta de la cresta y una fiesta popular con el baile de la rueda y una degustación de postres en la que participaron unos 500 vecinos y visitantes bajo una lluvia intermitente y bajas temperaturas.
La fiesta comienza a las nueve de la mañana con la petición de aguinaldos por todas las casas del pueblo; sigue la salida de los personajes vestidos con distintos disfraces inspirados en los testimonios de la tradición y concluye con la corrida del gallo, actor principal sobre el que gira la fiesta.
Un gallo vivo y otro de trapo, que se usa en la corrida para que el de verdad no sufra, son colocados en una rueca y adornados por un mantón, mientras el zarramaco o mozo ataviado con pieles y cencerros y la cara pintada, junto a los alguaciles y el mozo mayor y al ritmo de la música de los dulzaineros, se dirige a la casa del rey para hacerle entrega del gallo. La comitiva se dirige al ayuntamiento y comienza el cante de coplas, en medio de la música se puede entrar a por el gallo. Si el que entra, hace un recorrido y devuelve el gallo al rey, recibe los aplausos del público. Por el contrario, si recibe un garrotazo o tarrañuelazo, deberá devolver el gallo al zarramaco.
El que entre a por el gallo, lo que en limpio va a sacar, es un palo con la estaca, y no puede reclamar, dice la copla popular. La corrida del gallo es una fiesta pagana que se celebra desde hace muchos años, con el paréntesis de su prohibición en los años de la dictadura.
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