Esa leyenda negra pero cierta de que somos expertos en denostar lo nuestro es parte de lo que nos ha terminado definiendo. Y en cultura, aún más. Conocemos autores de casi todas las nacionalidades y no hemos abierto muchas de las mejores páginas de nuestra literatura.
Algunas de las que harán cambiar de lado el desprecio por lo propio son estas. Y la prueba de que el XIX fue el gran siglo de la novela. Nada de lo que leemos hoy es nuevo. Estaba aquí.
La gaviota, Fernán Caballero (Cecilia Bohl de Faver 1796- 1877): Una vez más una mujer se esconde tras un seudónimo masculino. Fernán Caballero era en realidad Cecilia Böhl de Faber y Larrea, escritora que publicó La Gaviota en 1849, con no demasiado éxito. Algo mejor fue la reedición muchos años después, en 1868. Esta novela de costumbres narra la relación amorosa, un clásico de aquellos años, entre un torero y una cantante. Tiene el plus de anunciar el género enseguida vendría: el realismo.
Tristana, Benito Pérez-Galdós (1843-1920): Fue el máximo exponente, con Clarín, del realismo universal, y en esta novela puede que sea donde más haya desplegados u poder de crear personaje. La protagonista de esta novela publicada en 1892 intenta rebelarse contra las circunstancias de su vida pero fracasa, y con ese fracaso vence una sociedad sórdida y represiva. La trama que hace posible esta lección: Un viejo rentista se hace cargo de la huérfana Tristana, la seduce y la hace su amante. Cuando Horacio, un joven y atractivo pintor, entra en escena todo cambia. Se va con él. Y aquí viene la bofetada de la vida: una enfermedad causará la amputación de una pierna de Tristana, que se verá obligada a volver con Don Lope, que se casa con ella.
Los pazos de Ulloa, Emilia Pardo Bazán (1851-1921): Es la obra más conocidas de Emilia Pardo Bazán, y además su mejor novela. Con ella llega a la culminación del naturalismo. La violencia en el campo gallego, el dolor de una desencantada madurez, los contrastes sociales y culturales son los pilares sobre los que se construye esta obra maestra de la literatura universal. Una prueba de que no importa el año en que se haya escrito. Si es buena literatura, el tiempo ni roza.
"La aldea, cuando se cría uno en ella y no sale de allí jamás, envilece, empobrece y embrutece".
Su único hijo, Clarín (1852-1901): Fue la segunda novela de Clarín, publicada en 1890, y desafortunadamente menos conocida que La Regenta. Las dos tienen en común la dura crítica a la sociedad provinciana del autor y la narración de un adulterio. Pero la historia, salvo tales puntos tiene grandes diferencias: En una mísera ciudad española de provincia Bonifacio Reyes, marido de Emma Valcárcel, se convierte en el amante de Serafina Gorgheggi, cantante de una compañía de ópera, mientras su mujer, en un ambiente de corrupción general provocado sobre todo por la entrada en su casa de los cantantes italianos llega a ser la amante del barítono Minghetti. Cuando Bonifacio cree haberse redimido, al ser padre de un niño en quien pone todas su esperanzas, Emma le descubre que no es de él, sino el barítono.
Cañas y barro, Blasco Ibáñez (1867-1928): La novela, escrita en 1901, nos lleva a la Albufera valenciana, durante las transformaciones de finales del siglo XIX. Un retrato al que accedemos a través de una familia que habita El Palmar, los Paloma. El protagonista es el último de esta saga, el perezoso e indolente Tonet, que vive una intensa historia de amor con Neleta, y que se ve obligado a dejar la Albufera y prestar servicio en la guerra de Cuba. Durante su ausencia, Neleta se casa con el rico tabernero Canyamel, lo que le otorga en una buena posición social en la Albufera y le permite abandonar la miseria en la que había crecido. A la vuelta de la guerra, Tonet y Neleta no pueden evitar su relación adultera, que marcará el desenlace de la novela.
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