Son jóvenes, mayoritariamente con estudios universitarios (más del 90%) y comparten el compromiso de dedicar los mejores años de su vida a los más desfavorecidos. Éste los cerca de 1.400 cooperantes españoles repartidos por el mundo.
Hombres y mujeres (hay casi el mismo porcentaje de ambos sexos), ejemplo de solidaridad y entrega desinteresada, que han hecho de la cooperación al desarrollo su forma de vida y su medio de trabajo. Profesionales de diferentes ámbitos (sanidad, educación, ingenierías...) que viven de cerca lo que es la pobreza más extrema, las tragedias y catástrofes más dolorosas o la violencia más inhumana.
Pero no son "mártires ni quieren serlo, sino profesionales que unen su vocación a su trabajo", según afirma Leire Pajín, secretaria de Estado de Cooperación Internacional.
Son personas con un "compromiso social claro", asegura Ricardo Angora, miembro de la junta de gobierno de la Coordinadora de ONGD, vocal de Acción Humanitaria y con larga experiencia como cooperante. "Si no fuera así, añade, sería imposible llevar a cabo el trabajo, por las enormes dificultades en las que se desarrolla".
El 51% realiza su labor humanitaria en el centro y sur del continente americano, el 28% en África, sobre todo en la región subsahariana, el 16% en Asia y el 3% en Oriente Medio. En total, más de 60 países.
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