Una exposición descubre al Sorolla más íntimo a través de la pasión por su jardín

  • Fue uno de sus espacios predilectos para trabajar y la fuente de inspiración de sus trabajos más delicados y personales.
  • La exposición puede visitarse hasta el 20 de enero de 2019.
Joaquín Sorolla. El patio andaluz de la Casa Sorolla, 1918-1919. Museo Sorolla, inv. 1242
Joaquín Sorolla. El patio andaluz de la Casa Sorolla, 1918-1919. Museo Sorolla, inv. 1242
JOAQUÍN SOROLLA
Joaquín Sorolla. El patio andaluz de la Casa Sorolla, 1918-1919. Museo Sorolla, inv. 1242

En 1920, tres años antes de su muerte, Joaquín Sorolla era sorprendido en su jardín madrileño por la hemiplejia que le impediría seguir ejerciendo la pintura. Precisamente, en uno de los últimos cuadros que allí pintó aparecía su silla de mimbre vacía a modo de despedida.

En él pintó también a su mujer y sus hijas, se convirtió en centro neurálgico de su vida familiar y social, recibía a sus clientes y fue uno de sus espacios predilectos para trabajar y disfrutar de su hogar. De hecho, uno de su grandes sueños fue unir en un único espacio su estudio y su casa alrededor de un bello jardín. Sueño que se realizó en el que actualmente es el Museo Sorolla de Madrid.

Allí acaba de inaugurarse la exposición Sorolla, un jardín para pintar, que inicialmente fue un encargo de la Obra Social 'la Caixa' para el Caixaforum de Sevilla y que tras su paso por la Fundación Bancaja de Valencia y el Museo Patio Herreriano de Madrid, recala en la capital hasta el 20 de enero de 2019.

La muestra relata como Sorolla concibió su propio jardín inspirándose en la Alhambra de Granada y el Alcázar de Sevilla, lugares que había pintado en repetidas ocasiones desde 1908; y como una vez construido se convirtió a su vez en modelo de inspiración para nuevas obras pictóricas.

Comisariada por la directora del Museo, Consuelo Luca de Tena, junto con María López y Ana Luengo, la exposición se articula alrededor de diversos contenidos: cuadros y dibujos de Sorolla, fotografías del jardín en la época en la que el pintor y su familia lo habitaron así como esculturas y azulejos originarios de la decoración del jardín.

Inmerso en la última década de su vida en la realización de uno de sus proyectos más ambiciosos -la realización de los murales de Visión de España para la Hispanic Society de Nueva York- el pintor encontró en este proyecto personal de su jardín una vía de escape para evadirse y realizarse de manera más íntima.

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