Todo el mundo tiene derecho a formarse, dentro y fuera del sistema educativo, a cualquier edad, de forma presencial o a distancia. Las oportunidades de educación para personas adultas son cada vez más variadas.

El número de alumnos matriculados cada año en educación para adultos es  de cerca de 400.000, según cifras del Ministerio de Educación y Ciencia, que incluyen desde la educación más básica hasta la preparación para pruebas de acceso a grados medios o superiores, pasando por enseñanzas técnico-profesionales o lengua castellana para inmigrantes, siempre que se trate de enseñanzas regladas.

Entre los alumnos hay jóvenes que no terminaron la etapa de educación secundaria, adultos con bajo nivel de formación, trabajadores no cualificados, trabajadores temporales, jubilados e inmigrantes. Pero también cualquier persona con inquietudes o deseo de cambiar; es decir, todo tipo de personas.

De todas formas, la mayoría de los estudiantes matriculados en un curso de educación para adultos se engloban en unos grupos básicos: mujeres que habían estado relegadas al ámbito doméstico, jóvenes que han padecido fracaso escolar e inmigrantes con formación en su idioma, pero prácticamente analfabetos en español.

La decisión está tomada

El objetivo del estudiante puede ser adquirir una formación básica, alcanzar el acceso a los distintos niveles del sistema educativo, ampliar y renovar conocimientos, mejorar la cualificación profesional, desarrollar las capacidades expresivas, de comunicación y de participación en la vida social o prevenir riesgos de exclusión en los sectores más desfavorecidos y en las personas de mayor edad.

La educación reglada para adultos, como el resto de competencias en materia educativa, es responsabilidad de las comunidades autónomas. La formación es gratuita y simplemente hay que dirigirse a los centros que la imparten o a las consejerías de educación de cada comunidad.

En el centro elegido se debe realizar la valoración inicial del alumnado (VIA). Se trata de una entrevista y una prueba en la que se decidirá en qué nivel se matriculará cada alumno en función de sus capacidades.

EN PERSONA

Fabián González. 66 años «Sería un sueño ir a la universidad»

«Estoy jubilado y es ahora cuando he encontrado la posibilidad de estudiar. Tuve que dejar la escuela cuando era muy pequeño para trabajar y ayudar a la familia. Empecé hace un par de años y ya estoy en secundaria. Para mí sería un sueño llegar a la universidad. Estudiar a mi edad me hace sentir más joven, más vivo, comprender lo que pasa alrededor, a los jóvenes, Internet y todo eso».