Fichajes, declaraciones de intenciones y gestos: semana de infarto de Pedro Sánchez en la Moncloa

El presidente Sánchez, en el centro de la primera fila, rodeado por sus ministras y ministros, este viernes en la Moncloa.
El presidente Sánchez, en el centro de la primera fila, rodeado por sus ministras y ministros, este viernes en la Moncloa.
EFE
El presidente Sánchez, en el centro de la primera fila, rodeado por sus ministras y ministros, este viernes en la Moncloa.

El viernes 1 de junio, a las 11.32 horas de la mañana, el socialista Pedro Sánchez se convirtió en el séptimo presidente de la democracia española. El primero que accedía al cargo tras ganar una moción de censura, iniciativa que le permitió desalojar a Mariano Rajoy del Gobierno tras siete años de Gobierno del PP. Este viernes, a las 9.30 de la mañana, Sánchez reunía por primera vez a su Consejo de Ministros, culminando una semana de infarto en la que la política española ha dado un vuelco sin precedentes y en la que el nuevo presidente no ha escatimado en gestos para señalar sus intenciones en esta nueva etapa.

En esa primera reunión, el presidente pidió a sus ministros que se muevan rápido. Que planteen "propuesta adecuadas, ágiles y certeras" para atacar los múltiples retos a los que el gabinete quiere hacer frente en los próximos meses: a saber, consolidar y modernizar la economía, fortalecer la cohesión social y territorial y abordar la regeneración democrática de España. Y la igualdad. Todo ello, con diálogo "sin exclusiones" con todas las fuerzas del Congreso. Esa fue la receta que Sánchez puso negro sobre blanco en una carta que entregó a sus ministros.

Las apelaciones al diálogo han sido constantes durante esta semana. En la rueda de prensa posterior a la primera reunión del Gobierno, se estrenó la portavoz del Ejecutivo, la vasca Isabel Celaá, que también puso el acento en la necesidad de llegar a acuerdos. También afirmó que el Gobierno, si Sánchez así lo decide, tiene "toda la legitimidad para acabar la legislatura". Un aviso que contrastaba con las palabras del propio presidente, que días antes proclamó que el objetivo de su gabinete era trabajar con intensidad durante los "próximos meses".

Objetivo, Cataluña

También hay sintonía total en que resolver, o al menos encauzar, la crisis catalana es una de las grandes prioridades del Gobierno. En palabras de Celaá, el "principal" problema de España es "la integridad territorial", y es urgente "normalizar institucionalmente" el país y, para ello, "abrirse al diálogo", aunque siempre dentro de la ley. "La Constitución en una mano y el diálogo en otra", resumió la portavoz, que dijo que el derecho a decidir está "absolutamente" fuera del terreno de las posibles conversaciones.

Pero, aunque el Gobierno no vaya a ceder a las pretensiones de los independentistas, sí está dispuesto a hacer "gestos". Como un "gesto" de índole "política" y para lograr la "normalización" presentó la portavoz, precisamente, la decisión de eliminar el "control previo" de los pagos de la administración catalana, que estuvo vigente durante la aplicación del 155. El Ministerio de Hacienda precisó después en una nota que "este mecanismo era uno de los resortes que era preciso desactivar" tras cesar la vigencia de ese artículo de la Constitución, es decir, que tenía levantarse en cumplimiento de la ley, pero el Ejecutivo quiso este viernes que la administración de Torra lo percibiese como una muestra de su voluntad de rebajar la tensión.

Siguiendo esa misma máxima de buscar la normalidad y de moverse deprisa que planteó a sus ministros, el presidente Sánchez apenas dejó pasar unas horas  antes de llamar al president Torra. Fue una conversación en la que se emplazaron a reunirse "muy pronto", en el marco de la ronda que mantendrá el líder del Ejecutivo con el resto de mandatarios regionales. Esa conversación entre Sánchez y Torra se produjo, además, tras una reunión entre el president y el líder del PSC, Miquel Iceta, en la que este último mostró su "voluntad de diálogo" para "desbloquear" la relación entre la Generalitat y la Moncloa, según fuentes de la administración catalana.

Agenda endiablada

Para cerrar todas citas que tiene por delante, Sánchez tiene previstas más llamadas a presidentes autonómicos durante el fin de semana. Una semana antes, su teléfono también echaba humo, en este caso, con llamadas y mensajes para perfilar su gabinete. Tan pronto como prometió su cargo –por primera vez en la historia sin símbolos religiosos, todo un gesto en defensa de la aconfesionalidad del Estado–, el socialista trabajó sin descanso para conformar a toda prisa un Ejecutivo monocolor, sin miembros de otros partidos pese a la insistencia de Unidos Podemos, pero con independientes. El organigrama resultante también ha sufrido variaciones notables con respecto a la etapa de Rajoy: ha pasado de 13 al 17 carteras, y se han reordenado departamentos y competencias.

El lunes, mientras los periodistas trataban de ajustar sus quinielas de ministros, se filtró el primer nombre del equipo Sánchez: el de Josep Borrell. Fue un golpe de efecto. Otro gesto. El expresidente del Parlamento Europeo y exministro de Felipe González era cualquier cosa menos una concesión al independentismo. Mientras PP y Cs preguntaban con insistencia por las contrapartidas que Sánchez había pactado con ERC y PDeCAT, el nuevo presidente lanzaba un mensaje de contundencia contra el procés, intención de combatir el discurso secesionista en el exterior y vocación europeísta de su gabinete al nombrar a Borrell. Ese mismo día, Sánchez estrenó su agenda internacional recibiendo en la Moncloa al presidente de Ucrania y asistió a un acto junto al jefe de Gobierno de Andorra.

El goteo de nombres prosiguió durante el martes y el miércoles, hasta que quedó configurado el primer Gobierno con más mujeres que hombres de la historia (otro gesto y otra declaración de intenciones), un gabinete con un perfil moderado, técnico y con fichajes sorpresivos, como el de Pedro Duque, el de Màxim Huerta o el de Grande-Marlaska. Sánchez defendió que su equipo es el reflejo de "lo mejor de la sociedad a la que aspira a servir". Sus ministros y ministras, insistió, son "líderes en cada uno de sus ámbitos", tienen una "acreditada preparación" y son "garantía de experiencia" y de "vocación de servicio público". El presidente les agradeció "haber aparcado prestigiosas carreras" para "servir al país, a la ciudadanía y a quienes más necesitan al abrigo de los público".

La igualdad, una constante

Todavía tiene todo por demostrar, pero el presidente ha dejado claras sus prioridades durante su primera semana: recuperar la presencia de España en Europa, modernizar el país, impulsar el "crecimiento sostenible" con la ciencia "como motor", reconstruir la "cohesión territorial", "fortalecer el proyecto nacional reconociendo su diversidad", luchar "contra todo tipo de desigualdades", "regenerar la vida pública" y "combatir la corrupción". En definitiva, "hacer de España un país mejor", trabajando para ello con "realismo y ambición". Pero, si hay un objetivo que se ha repetido durante los primeros siete días, es la consecución de la plena igualdad entre hombres y mujeres, una meta "transversal" en el gabinete socialista.

La primera muestra de esa hoja de ruta fue la composición del Gobierno, donde las mujeres no solo son más, sino que mandan más y asumen carteras de peso: Economía, Hacienda o Defensa, entre otras. La segunda fue la fórmula para prometer el cargo que empleó buena parte del Ejecutivo, y que se refería al Consejo de "Ministras y Ministros". También Sánchez encabezó con un "querida ministra, querida ministro" su primera misiva a los miembros de su gabinete, este viernes. Y sus declaraciones apelando a la necesidad de que este Gobierno dé una respuesta a las masivas manifestaciones del pasado 8 de marzo, cuando, según el presidente, España "cambió" y se marcó "un antes y un después", han sido una constante.

Claro que, pronto, los gestos ya no serán suficientes. La portavoz del Gobierno dijo este viernes que el Ejecutivo es consciente de las expectativas que ha generado. La exigencia será alta. En pocos días, los miembros del gabinete tendrán que acudir al Congreso a rendir cuentas de sus intenciones. En la Cámara Baja, el Gobierno tendrá extremadamente difícil legislar por su escaso apoyo parlamentario y por la heterogeneidad de los grupos que le apoyaron para derribar a Rajoy. En el Senado, mientras tanto, el PP amenaza con torpedear los presupuestos y retrasar su aprobación. Y, con la legislatura ya mediada, apenas habrá tiempo para tramitar nuevas leyes. Nada será fácil para Sánchez y su Gobierno que, de momento, cumplen su primera semana entre la emoción de una inesperada llegada al poder y la conciencia de la oportunidad que se les ha abierto.

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