Besos, abrazos y alguna lagrimilla tras la despedida de Rajoy del Congreso

La bancada popular ovaciona a Rajoy.
La bancada popular ovaciona a Rajoy.
EFE
La bancada popular ovaciona a Rajoy.

Los diputados del PP deben de haber sido los únicos en quienes la juerga de 8 horas que Mariano Rajoy se dio en la tarde del jueves no ha hecho mella porque mucha más pena les ha dado escuchar la despedida de su jefe de filas, antes del receso hasta la votación en la que Pedro Sánchez ha sido investido presidente del Gobierno.

Desde primera hora de la mañana, la cosa que más se destacaba era el agradecimiento que sentían los diputados a Rajoy y al papel que ha tenido al frente del Gobierno en estos difíciles años. Al final, mucha cara de disgusto, alguna lágrima y muchos besos y abrazos.

"Afrontaré la votación, pero no la comparto. Ha sido un honor haber sido presidente, un honor dejar España mejor", ha comenzado a decir Rajoy en la tribuna de oradores después de entrar en el hemiciclo justo cuando terminaba de hablar, por última vez, su portavoz, Rafael Hernando.

Justo en ese momento, las cámaras han enfocado a la portavoz socialista, Margarita Robles, hablando casi al oído de Sánchez y en sus labios se ha podido leer un "qué vergüenza", muy alejado del sentimiento de gratitud y pena que tenían la mayoría de diputados populares

Rajoy, que esta mañana también ha estado ausente del Congreso, ha tomado la palabra por última vez como presidente para afirmar que "he cumplido el mandato de la política, que es mejorar la vida de las personas. Si ofendí a alguien dentro o fuera de esta Cámara, pido perdón".

"Gracias a todos y en especial a mi partido, sin el cual nada hubiera sido posible", ha dicho Rajoy, que cuando ha terminado de hablar ha abandonado el hemiciclo por la parte del pasillo opuesta a donde se sitúan las cámaras, los periodistas y por donde se sale al patio del Congreso, hiperpoblado en jornadas como la de este viernes.

Desolación

Detrás de él han empezado a salir los miembros del Gobierno y el resto de diputados, con caras compungidas y de desolación. Besos, abrazos de quien ha pasado un mal rato que ha terminado aún peor y también alguna lagrimilla.

Unas de las primeras en salir han sido la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, y su inseparable ministra de Empleo, Fátima Báñez. Ellas han recibido las primeras muestras de cariño por parte de sus compañeros de grupo en el ambiente de funeral que se ha instalado ese rincón del pasillo del Congreso.

Algunos ministros han pasado a la sala contigua, la que normalmente se utiliza para conversaciones breves entre miembros del Gobierno y diputados concretos para hablar de temas que, por agenda, tienen que despacharse rápidamente. Hoy era la sala de un Gobierno que se despide y de un grupo parlamentario que no sabe qué va a ser de él.

Aunque no todos tienen dudas. Algunos no quieren respetar el duelo demasiado tiempo porque son conscientes de que "desde hoy" ya se ponen en modo oposición al Gobierno de Sánchez. Y a todo lo que se menee. "Yo me pongo ya el traje de chunguito", decía uno.

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