Los hechos se remontan a finales de 2004, cuando trabajaba en la sucursal de Sarriko del BBVA a través de una subcontrata. Tras varios años realizando su trabajo en las mismas condiciones que los trabajadores del banco, solicitó su integración en la plantilla.
A partir de ahí sufrió el acoso de su empresa, Azertia, y posteriormente logró que el juez dictara a su favor y condenara por mobbing y obligara, además, al BBVA a contratarlo. El día que se incorporó fue despedido porque, según el banco, carecía del perfil para las necesidades de la entidad.
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