Rojos, azules, naranjas y de hasta una decena de colores más. Así son los peces que conforman el acuario de Jesús Gil, un aficionado a la acuariofilia.

«Cuando era niño tenía ya peces del río Pisuerga en una botella de agua de las grandes», recuerda cuatro décadas después.

A sus 54 años, este vallisoletano se ha convertido en uno de los mayores expertos en lo que a peces se refiere. Cuatro acuarios han pasado ya por sus manos de 96, 360, 505 y 600 litros. Este último habitado en su totalidad por peces del Amazonas como neones, discos y escalares, entre otras especies.

«Los peces son lo más relajante y decorativo que puede haber en un piso», describe minutos antes de acercarse a la gran pecera que ocupa parte de su salón. Allí, y a medida que se aproxima, siete u ocho ejemplares corren velozmente a la superficie del agua. «Le conocen», dice su mujer, quien también ha compartido indirectamente la afición durante este tiempo. Años en los que Jesús  ha logrado hitos difíciles como la crianza, en varias ocasiones, de peces discos.

«Lo que hago es quedarme con una o dos crías y el resto las cambio en las tiendas por acuarios y accesorios», explica. La experiencia se ha convertido en su mejor aliada, eso pese a que de vez en cuando «ha habido alguna baja», recuerda.

Papillas, bricolaje de acuarios, curas caseras y otros muchos cuidados son la otra cara de una afición para la que Jesús no pone edades. «Lo que recomiendo es que nadie compre un acuario de menos de 120 litros porque, aunque parezca lo contrario, son los que menos problemas dan».

La experiencia

Hace 24 años comenzó la afición  de Jesús.

Los peces

Desde ejemplares de agua fría hasta los actuales salvajes de agua caliente, algunos valorados en 70 euros.

Accidentes

En una ocasión se le partió el acuario por la mitad.