Iñaki Gabilondo: "Me repugna que puedas ir a la cárcel por un tuit, aunque sea una imbecilidad"

  • El periodista retoma su espacio de entrevistas a personalidades que desvelan cómo será el futuro que nos espera en diversos ámbitos.
  • 'Cuando ya no esté. El mundo dentro de 25 años', se estrena este jueves a las 22.00 h en #0 de Movistar+.
El periodista Iñaki Gabilondo, durante la presentación de su programa.
El periodista Iñaki Gabilondo, durante la presentación de su programa.
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El periodista Iñaki Gabilondo, durante la presentación de su programa.

El futuro no se puede ver pero puede intuirse. Al menos, pueden intuirlo quienes lo están creando y a esas personas es a quienes entrevista Iñaki Gabilondo en una nueva entrega de Cuando ya no esté. El mundo dentro de 25 años, que se estrena mañana a las 22.00 h en #0 de Movistar+. El futuro de internet, el nuevo periodismo, los océanos, Silicon Valley, la música del mañana o la generación del s. XXI son los temas a tratar.

¿Qué es cuando ya no esté? ¿Se trata de averiguar cómo será el futuro?

Averiguar no, asomarse. Partimos de la base de que todo va muy deprisa y de que eso todos lo sabemos. No hay ni un solo ciudadano que no tenga esa sensación de que todo va a gran velocidad, que lo que aprendió ayer ya no sirve y que lo que aprenda hoy no le va a servir. Todos sentimos que en el mundo todo se mueve, que las estructuras están temblando. Llevo ya 50 años en el oficio y antes de retirarme del todo si me dieran la oportunidad de asomarme por encima de la muralla para ver qué se mueve... que no se trata de saber qué viene, sino de intuir los caminos por los que puede que el mundo vaya.

¿Va más rápida la humanidad que los humanos?

Va más rápida la técnica que los humanos son capaces de hacer que las fórmulas de relación de los humanos consigo mismos. Y ahí surge la gran cuestión: hemos llegado a poder fantasear sin que sea ciencia ficción sobre la manipulación genética o sobre la nanotecnología, pero aún tenemos problemas de interacción que hace que las relaciones humanas, la política o la economía llenen el mundo de amenazas que pueden hacerlo volar por mucho que avance la tecnología.

¿Nos ocupamos entonces más por nuestra parte tecnológica que por la humana?

Efectivamente la humanidad hace cosas muy deprisa, pero las cosas que marcan o mejoran los cambios en las relaciones las hace mucho más despacio y con más contradicciones. La ciencia avanza sin detenerse, pero los fenómenos sociales están muy embalsados por la política, que tiene unas visiones muy cortoplacistas. Las grandes corrientes transformadoras pasan muy por encima de las citas electorales y por tanto la política atiende a esas cuestiones por el rabillo del ojo y acaban convirtiéndose en problemas, sofisticándose y convirtiéndose en un lío enorme. Y eso hace temblar todas las estructuras. La Unión Europea tiembla, las relaciones este-oeste tiembla, surgen corrientes políticas de otro color...

¿Y todo eso será bueno?

No sé si bueno o malo, pero a mí me inquieta.

¿Qué sensación le produce mirar al futuro?

Me convierte en bizco. Con un ojo veo que existen soluciones posibles para casi todos los problemas que tenemos, de alimentación, de energía, de salud... y con el otro ojo veo que los problemas de desigualdad avanzan, que el mundo es un campo de minas, que no paramos de crear tensiones donde no las había, que no las resolvemos donde ya estaban...

¿Hay un denominador común en las conclusiones de los expertos con los que ha hablado?

Hay un asunto que ha acabado siendo muy recurrente: el planeta. Lo poco que se fija la gente en el cuidado del planeta. Todos creen que en relación con el cambio climático y la naturaleza hay amenazas que no se están tomando suficientemente en consideración.

¿Le ha transformado a usted hacer este programa?

He dedicado toda mi vida profesional a este trabajo y si volviera a empezar hay una cosa a la que le prestaría más atención: a la ciencia, la tecnología y la innovación. He descubierto con enfado, estoy hasta un poco cabreado, que un país como el nuestro está dormido, que se está permitiendo el lujo de reducir su atención y financiación a procesos de ciencia en los que nos vamos a jugar el futuro. Me sorprende que un país razonable no dedique más atención a eso. Puede haber un debate del estado de la nación de tres días en los que se hable de este tema un minuto. Es un asunto que debería estar en el centro del escenario y que sin embargo hay líneas de investigación detenidos, que España tiene talentos de la ciencia desperdigados por el mundo, que España tiene un montón de centros de investigación entre los más importantes del mundo y que no están en la corriente central del país.

¿Se ha mantenido al día con las tecnologías y las redes sociales?

Lo procuro. No he cometido el error de creerme que eso era una tontería para críos, sino que vi que eran señales del tiempo y he procurado incorporarme a eso, con mis limitaciones.

¿Hay brecha generacional?

Sí, pero sobre todo había desdén generacional, algo que se ha roto hace bien poco. Había una mirada misericordiosa. Y ahora ha cambiado de una forma boba, ha pasado de ser una cosa a la que no hay que prestar atención a idolatrarlo. Parece un delito no estar al tanto del último juguetito tecnológico, porque parece que entonces no eres joven. A las nuevas tecnologías y a las redes sociales hay que acercarse con respeto pero sin creerse que conservan la verdad revelada. No son un mal, ni un bien, son un hecho.

¿Cómo ve Internet?

En Internet se abren y se cierran las puertas del mundo entero, del pasado y del presente, todo a la vez. Ahí están desde la Biblioteca de Alejandría hasta un pederasta de Australia. Es una realidad que te enfrenta con el nuevo mundo.

¿Y las redes sociales?

Ni caigo en desprecio y el malditismo anterior ni en la idolatría de quienes creen que no hay que prestar atención a otra cosa que no sean las redes sociales. Porque las redes sociales dicen, como todos, verdades y tonterías.

¿Cuál es su chisme tecnológico favorito?

Soy bastante convencional, tengo el iPhone, el iPad... el móvil creo que se ha convertido en casi una extensión de nuestra mano.

¿Viviría eternamente si pudiera?

No. No creo que nadie quiera no morirse nunca. Ni los que piensan que sí. Sin llegar a vivir para siempre parece claro que se va a poder prolongar mucho la vida, detener los procesos de envejecimiento. Así que la pregunta sería ¿te gustaría prolongar el tiempo de vida? Sí, pero no demasiado.

¿Por qué no demasiado?

A lo mejor porque me he criado en la cultura de que las cosas son secuencias que pasan y me he acostumbrado a ese juego. Prolongaría ese juego, pero sin exagerar.

¿Es de los que creen que hay un más allá?

No. Pero sin embargo sí creo en el misterio. Hay una frontera muy imprecisa entre la verdad que podemos ver y la que no. El racionalismo ciego y cerrado hay muchas cosas que no explica. Los misterios existen y las cosas sin respuesta están ahí. Hay elementos de corte... sagrado.

¿Cómo cuales?

La música. Es una prueba de la existencia de los territorios fronterizos entre lo real y lo no real. La música se mueve en un espacio donde no está mi sentido de la trascendencia pero sí de lo sagrado, del misterio.

A sus 75 años y en el 2018, ¿es el futuro como pensó que sería en su infancia?

No, porque yo creía que nunca iba a cambiar. Creo que eso le pasa a todo el mundo, un día se da cuenta de que el mundo ha cambiado y vive en un estado de estupor. Algunas generaciones han vivido tiempos más estables y otras etapas históricas que van más deprisa. Yo pensaba que el mundo iba a ser tal cual yo lo había conocido y eso me convertía en un clásico. No imaginé que cambiaría no que lo haría a esta velocidad.

¿Y en cuestiones prácticas del tipo coches voladores u otras cosas fantásticas?

Se han hecho realidad cosas que yo nunca me habría podido ni imaginar. Estás hablando con alguien que vio la tele por primera vez cuando ya estaba en la Universidad. Fíjate la de cosas que habrán llegado que no había ni imaginado. Haciendo el programa Hoy por hoy en la radio me mostraba muchas veces sorprendido que estuviéramos hablando de cosas como fertilización in vitro, del matrimonio de los homosexuales... no sólo es que no pudiera ni imaginar determinados artilugios, es que no podía ni imaginar algunas realidades sociales.

Hablamos de ir hacia el futuro, pero se habla de que sufrimos una involución...

Tengo la impresión de que el pánico a que todo va muy deprisa provoca un movimiento de corte reactivo. Se produce un movimiento de regreso. No hay un sitio más confortable que el pasado, es el lugar más amoroso que uno puede encontrar. La globalización hace que la gente tenga miedo a perder su identidad y hay un regreso al pequeño territorio, a tu mundo.

¿Cómo se aplica eso a España?

En España está habiendo un movimiento a esos lugares cómodos, pero a mi juicio en ese regreso se están produciendo actuaciones de naturaleza represiva para mí inexplicables. Nunca pensé que todos los cambios que habíamos logrado pudieran convertirse en una amenaza. Que a un señor le puedan meter en la cárcel por hacer un tuit o una canción me parece intolerable. Me repugna, me parece un viaje hacia atrás. Puede haber dicho una barbaridad y una imbecilidad superlativa, pero que por eso le puedan meter en la cárcel... eso no puede ser.

¿Nos olvidamos de nuestras libertades?

Puedo entender corrientes que quieran establecer equilibrios, pero eso no puede justificar movimientos represivos, que hay que vigilar. Las cosas que hemos conquistado no podemos darlas por hecho porque las puedes perder. Podemos acabar aceptando con naturalidad maniobras represoras de costumbres y eso es peligroso.

Entonces, ¿para ir al futuro hay que mirar al pasado?

Hay quien cree que sólo vivimos en el presente, pero yo creo que hay que saber qué ha pasado y valorar de dónde se viene. España hizo un esfuerzo durante la transición que hay quien no valora, pero puede que empiece a valorarlo como hagamos tonterías represivas de este estilo.

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