Christian Gálvez: "'Desesperado Club Social' terminó por decisiones políticas"

  • Confiesa que con 'Caiga quien caiga' se dio cuenta de que no quería "triunfar en televisión a cualquier precio".
Christian Gálvez, en el programa de Risto Mejide, 'Chester'.
Christian Gálvez, en el programa de Risto Mejide, 'Chester'.
CUATRO
Christian Gálvez, en el programa de Risto Mejide, 'Chester'.

El presentador Christian Gálvez estuvo este domingo frente a Risto Mejide en el programa Chester (Cuatro), donde habló de su carrera en televisión y de las diferentes etapas por las que pasó, aunque desde pequeño tuvo claro que quería dedicarse a este medio.

"En aquel entonces había mucha menos competencia. Mis padres me llevaron desde que tenía unos diez años a un sinfín de castings. Me esperaban horas y horas", explicaba el presentador de Pasapalabra, que confesaba que por aquel entonces "era buen estudiante, pero no del todo". "No era brillante, pero sí era suficiente para lo que yo quería. Soy mejor estudiante ahora".

Su primer gran trabajo llegó con el programa de Antena 3 Desesperado Club Social, un magacín juvenil con el que pensó "que ya lo tenía todo hecho". "Este programa terminó por decisiones políticas, pero yo pensé que volverían a llamar. Pero no me llamaron", explicaba, por lo que buscó trabajo y comenzó a ganarse la vida como dependiente en una juguetería.

Después llegó Caiga quien caiga, un programa en el que Gálvez hizo de reportero y del que no guarda muy buen recuerdo. Tras un episodio en el que se burló de la faceta de músico de Keanu Reeves delante del propio actor en una Berlinale, cambió su "percepción de lo que era hacer televisión".

"Lo que no se ve es que me cogieron los de seguridad y me echaron de la Berlinale. Me di cuenta de que si quería triunfar en televisión no era cualquier precio. No quería reírme de los demás. A partir de ahí cambie el chip. Cada vez que lo veo me muero de vergüenza", confesaba.

Por último habló de sus inicios en Pasapalabra, un programa para el que entrenó duramente: "Estuve un mes entero, ocho horas al día, de lunes a viernes, entrenando con un rotulador en la boca leyendo roscos con un cronómetro al lado", aseguraba como clave para su rapidez a la hora de leer y hablar.

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