Pasará de 50 a 70 kilómetros por hora a sugerencia de los taxistas, a los que hay que escuchar siempre porque padecen más que nadie las incongruencias del tráfico.

Se trata de una vía muy espaciosa, de tres carriles en cada sentido y ningún cruce en superficie por lo que nunca hay viandantes, luego no se trataba de un problema de seguridad.

Era una evidencia que una restricción tan exigente no la cumplía casi nadie. De hecho, las pocas veces que se controlaba la velocidad con el radar, prácticamente todos los que circulaban en ese momento superaban ese engorroso límite.

También es cierto que da igual la velocidad que se establezca para quienes no respetan ninguna: en ese tramo que va de la glorieta de acceso a la ronda exterior a la de San Lázaro se han visto auténticos fitipaldis a todo gas para ganar unas milésimas de segundo, como si estuvieran en un circuito.

Pero la mayor parte de conductores no son así. Ahora podrán circular mejor por esa vía que está pendiente de una losa que cambiará ese espacio urbano.