Silvia Marsó: "Quería ser actriz, por eso renuncié a ser millonaria"

  • "Empezar en un concurso como el Un, dos, tres... te cierra muchas puertas".
Silvia Marsó, antes de la entrevista.
Silvia Marsó, antes de la entrevista.
JORGE PARÍS
Silvia Marsó, antes de la entrevista.

Con la valentía de subir a las tablas una obra basada en la brutal y descarnada novela 24 horas en la vida de una mujer, de Stefan Zweig, y con la alegría y el orgullo de interpretar un personaje del calibre de la mujer a la que da vida, Silvia Marsó nos recibe en el madrileño teatro Infanta Isabel. Allí representa el montaje, de igual título que el libro en el que se inspira.

Eso sí, la vuelta es grande: Marsó lleva a escena la literatura de Stefan en formato de musical. Un reto que se convirtió casi en obsesión cuando vio esta obra en París.

¿Pasara lo que pasara lo tuvo claro: haría esta obra por encima de todo?

Sí, yo ya sabía que no me iba apoyar nadie, y por eso lo he producido yo sola.

¿Qué razónes le daban?

Todo el mundo pensaba que era una locura, que era demasiado intelectual. O que no era rentable. Y es verdad. Pero yo no estoy aquí para obtener rentabilidad, estoy para ofrecer al público español una joya. Me parece necesario iniciar un camino que consista en hacer musicales profundos que tengan más conexión con la cultura que con el show business.

¿Ha sido una de las decisiones más importantes que ha tomado, igual que la protagonista de la novela?

Sí, la misma obra me llevó a mí a abanderar este proyecto. Ella, la mujer de la novela, que ha vivido lo que le ha marcado su familia y su condición de noble, toma una decisión que cambiará todo. Se casó con un hombre al que no amaba, tuvo hijos, y enviudó; entonces se da cuenta de que su vida no tiene sentido. Y empieza a viajar para salir de la depresión. Así conoce a un joven ludópata a punto de suicidarse, y eso hace que ambos encuentren un sentido. Ese momento marcará sus vidas para siempre.

¿Qué momento de su vida ha sido así de definitivo?

Un día tuve una oferta millonaria como presentadora fija de una cadena privada, me pagaban una fortuna, iba a permenecer años, y al tiempo tenía un contrato para hacer Polixena en Mérida. Y no me lo pensé. Quería ser actriz por encima de todo, y renuncié a ser millonaria.

¿Se ha arrepentido alguna vez?

Nunca me he arrepentido de ello. No soy millonaria, pero soy actriz. Mi riqueza emocional y profesional es poder hacer personajes como este y contar con el respeto de mis compañeros.

¿Lo tiene má difícil por ser mujer o por sus inicios?

Sí, por las dos cosas. Cuando te has dado a conocer con un concurso como el Un, dos, tres..., que me abrió muchas puertas, se te cierran muchas otras.

¿Cómo las abrió?

Renunciando a ser millonaria.

¿El escenario más agradecido es el teatro?

Es que a partir de los 45 las actrices tenemos un hándicap audiovisual que no tenemos en el teatro, ahí gano. A nivel personal, también. Por ejemplo, cuando representé El zoo de cristal, al hacer de un personaje mucho mayor, me reconcilié con la idea de la vejez.

¿Uno de los retos más difíciles reconociliarse con la edad?

Hay un culto de la juventud en España muy desaforado. Habrá que hacer un análisis de por qué pasa esto en España.

¿Le parece necesario que la gente joven vea propuestas como esta?

Sí, porque la obra habla de algo muy importante: mi personaje, la señora C, y lo que le pasa. Lo que importa saber que todas las decisiones que tomas influyen en la vida, y solo vivimos una vez. Cuando llegamos a la madurez y echamos la vista atrás ya es tarde.

Es fundamental entender que es falso aquello de "nunca es tarde"...

Sí, porque es mentira: claro que es tarde. La gran reflexión de la obra es qué hacemos con nuestra vida, ¿vivimos como sentimos o nos dejamos llevar por los condicionantes sociales, el qué dirán, la familia, el consumismo, la cobardía propia, el lugar de confort? Quizá cuando despertemos de este letargo existencial sea demasiado tarde. Es una lección de vida, y la damos con música y mucho arte.

Muestra otras realidades importantes.

Sí, también habla del tabú que supone que una mujer mayor se enamore de uno joven y sea correspondida. ¿Por qué está mal visto?

¿Porque a nosotras nos da vergüenza?

No, es un asunto machista. Macron, por ejemplo, está con una mujer 20 años mayor, y siempre ha sido cuestionado. Es absurdo, no debería ser así. Y hay otra lectura importante de esta obra: la ludopatía. Estuvimos con la Asociación de ludópatas de Madrid, y nos dijeron que cada vez hay más niños ludópatas, porque el ludópata no juega para ganar dinero, juega para ganar. Las consolas y esos aparatos hacen que los niños quieran ganar constantemente. Además juegan solos, no hay ese sentido lúdico de compartir con otros, sino que el objetivo principal de estos aparatos es ganar y esa es la semilla de cualquier ludópata.

La recompensa inmediata.

Y ojo con eso. Pueden empezar con 8 años. Es importante que la gente lo conozca y en la obra lo verán.

¿Cómo de complicado ha sido subir esta obra a escena?

Lograrlo ha sido muy duro. Tardé 24 meses en hacer 24 horas. Es exacto. La vi en París y a los dos años la estrené. Y aquí estamos, en pie, sin ninguna pega ni una mala crítica.

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