¿Cuántos tipos de sal hay? ¿Es mejor la sal de mesa o la marina?

Sal de mesa.
Sal de mesa.
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Sal de mesa.

Es parte elemental de la dieta -el cuerpo necesita sodio- pero sin embargo la sal va camino de convertirse en el enemigo número uno de la salud, siguiendo los pasos del azúcar. Igual que en el ese caso, el problema no es tanto lo que se le añade directamente a la comida, sino la sal presente en todos los alimentos procesados.

En cualquier caso, la sal siempre genera bastantes dudas pese a ser un ingrediente fundamental en la cocina. ¿Es verdad que hay sales más sanas que otras? ¿Cuándo es mejor usar sal marina y cuando de mesa?

De entrada, no nos engañemos: es difícil distinguir si un plato esta condimentado con un tipo de sal u otra. Aunque los expertos aseguran ser capaces de hacerlo, sobre todo si usamos la sal directamente sobre la comida después de cocinarla, ya mezclada sería mucho más complicado reconocerla.

Pese a que cada vez pueden encontrarse más marcas y variedades de sal en el mercado, algunas a precio de oro jugando muy bien la baza del marketing, básicamente podemos encontrar tres tipos.

Sal de mesa, común, de gema o de roca

Diferentes nombres para la misma variedad. Es la sal más utilizada en alimentación. Procede de minas, concretamente de un mineral llamado halita, y se consume depurada y refinada. Se tritura por completo, y generalmente se le añade yodo y a veces fluor.

Su composición es prácticamente sodio, y se le añaden antiaglomerantes para que no se apelmace. Estos ingredientes siempre general alguna polémica -y dejan la puerta abierta a discursos sobre sales más sanas y naturales-, aunque lo cierto es que deberíamos consumir cantidades altísimas para que llegaran a ser tóxicos. De hecho, los aditivos de la sal serían el menor de nuestros problemas si consumiésemos tanta como para que tuvieran algún efecto.

Precisamente de esta idea surge una sal que goza de bastante popularidad en algunos países y que algunos señalan como más sana: la sal kosher. Más allá de su uso dentro de la dieta que siguen los practicantes judíos, se supone que esta sal -independientemente de si es marina o de roca- está menos tratada y es más natural, o así la venden algunos. Lo que es verdad es que suele tener un contenido en sodio ligeramente menor, lo que puede ayudar a reducir la ingesta diaria.

Sal marina

La sal marina se obtiene de la evaporación del agua del mar. Este proceso se realiza en las salinas y aunque, generalmente, está algo procesada no llega a ser refinada, de ahí que tenga un aspecto diferente y forma de cristales.

Dependiendo de su procedencia, además de cloruro sódico, en su composición también puede contener trazas de calcio, potasio o hierro, además de yodo. De todos modos, su contenido es muy bajo, con lo que la fama de que es más sana que la sal de mesa no tiene demasiado sentido.

Dentro de las sales marinas, la flor de sal es una de las más apreciadas y caras, debido a su recolección manual.

Sal del Himalaya

En realidad es una sal de mina, pero concretamente de una: la de Khewra, en Pakistan. Esta sal no está refinada y tiene un característico color rosado debido al hierro que contiene.

Su lanzamiento en los años 90 estuvo acompañado de una gran campaña de marketing en la que se hablaba de más de 80 elementos esenciales para el organismo preentes en esta sal, que se vendía casi como un producto milagroso. Por supuesto, la realidad era bastante menos optimista, y los estudios demostraron que sólo contenía 10 minerales, incluyendo cloruro y sodio, como el resto de las sales.

¿Cuál usar en cada caso?

Si por motivos gastronómicos ya hemos visto que sólo tendría sentido inclinarse por uno u otro en crudo, y casi más por motivos estéticos o de textura que de sabor, exactamente lo mismo ocurre si se apunta al criterio de la salud.

Así que usa la sal que prefieras, la que más te guste -si eres capaz de distinguirlas- o que se produzca más cerca de ti, pero mejor no te dejes llevar por los discursos sobre sus propiedades. Eso sí, cuanto menos sal, mejor.

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