Las mujeres españolas de mayo del 68: las impulsoras de una revolución social que precedió a la democracia

  • Han sido ministras, abogadas, alcaldesas, sindicalistas, fueron las primeras en llevar bikini, en divorciarse e incluso en casarse entre ellas, pero para conseguirlo algunas fueron hasta a la cárcel.
Nati Camacho y Ramona Parra, mujeres del mayo del 68, enseñando fotos de protestas sindicales del sector textil.
Nati Camacho y Ramona Parra, mujeres del mayo del 68, enseñando fotos de protestas sindicales del sector textil.
JORGE PARÍS
Nati Camacho y Ramona Parra, mujeres del mayo del 68, enseñando fotos de protestas sindicales del sector textil.

Nati Camacho no pudo participar en los actos del Primero de Mayo de 1968, hace ahora cincuenta años, porque estaba en la prisión femenina de Ventas, en Madrid. La detuvieron a mediados de abril, junto a otras 98 personas, 17 de ellas mujeres, durante una reunión en la que se definía precisamente qué harían las obreras del textil en el Día del Trabajo. A muchos de sus compañeros los sacaron bajo fianza, pero la abogada Cristina Almeida nada pudo hacer por Camacho, porque su defendida tenía antecedentes. "Me habían cogido antes, en el 1965 y en el 67". No la soltarían hasta el mes de junio.

Camacho tiene ahora 70 años y se reconoce como una mujer de la generación de Mayo del 68. Pertenece a ese grupo de obreras y universitarias que fueron pioneras en la reivindicación de los cambios sociales que precedieron a la transición política hacia la democracia en España.

"A mis abuelos los fusilaron, a mi padre lo condenaron a muerte, y a mi madre la raparon el pelo y la dieron un paseo por el pueblo para humillarla, pero nosotros fuimos la primera generación que no vivimos la guerra en primera persona e hicimos el esfuerzo de creer en una reconciliación nacional con el objetivo de mejorar nuestras condiciones de vida", cuenta Camacho en la sede de industria de CC OO, mientras enseña junto a su amiga Ramona Parra álbumes de fotos que coleccionan protestas en fábricas en los primeros años setenta.

"La presencia de mujeres fue importantísima en el movimiento obrero y sin embargo no se les ha reconocido su protagonismo ni se les ha dado visibilidad a las luchas protagonizadas por ellas, y esto es así porque la historia la han escrito los hombres. La historia ignorada de las mujeres se repite a todos los niveles y en todos los sitios. Por que final, claro ¿quién tiene tiempo para escribir? Volvemos a lo mismo, la mujer tiene que hacerse cargo de la vida familiar, trabajar y militar".

La reflexión sobre el predominante recuerdo masculino de los hitos históricos pertenece a Ramona Parra y se incluye en un libro recién publicado ('Memorias para hacer camino', Ediciones Morata) de la socióloga Julia Varela, mujer de la generación del 68. Varela ha reunido en él a once coetáneas de clases populares y burguesas "que lucharon denodadamente por romper el estatus a las que las relegaba el franquismo, de madre y cuidadora del hogar, y contribuyeron de formas más o menos visibles a cambiar los hábitos sociales".

Ficha policial de Nati Camacho, sindicalista de Comisiones Obreras del textil desde finales de los años sesenta.
Ficha policial de Nati Camacho, sindicalista de Comisiones Obreras del textil desde finales de los años sesenta.

Nati Camacho, en una ficha policial tras una detención.

Ramona Parra ya está jubilada, pero durante media vida fue la secretaria de la mujer en la federación de Industria del sindicato en Madrid. Cuando se corre la voz de que está en el edificio de Comisiones, de los despachos salen hombres y mujeres para abrazarla. Menuda solo de talla, es referente como activista de la triple militancia —la sindical, la política y la feminista— desde mediados de los años sesenta.

"Éramos y nos decíamos feministas ya entonces, de un feminismo popular, de discutir cómo nos afectaban a nosotras las cosas. Sobre todo en las fábricas donde estábamos explotadas como esclavas", recuerda de aquellos años Nati Camacho. "Entonces había la costumbre de coser y cantar, se podía cantar en la fábrica y como no nos dejaban hablar entre nosotras metíamos en la letra de las canciones los lugares donde nos reuniríamos clandestinamente después", recuerda Parra.

En los mismos meses en los que en París la juventud rebelde levantaba adoquines para reclamar libertades y protestar el imperialismo, en España comenzaba la protesta social. "Nosotras en las fábricas y las estudiantes en la universidad. Pero nos uníamos, porque entonces los universitarios se 'obrerizaron' y venían a apoyarnos en las huelgas, también nos movilizábamos en las calles, por eso la represión aumentó muchísimo: con leyes nuevas, el estado de excepción en el 69, y durísimos enfrentamientos con la Policía".

El libro de Julia Varela es un compendio de historias de vida de mujeres, rurales y urbanas, de clases pudientes y más que humildes. En él sus protagonistas narran cómo, en torno al 1968, surgieron en España las primeras asociaciones, clandestinas todavía, para cambiar la situación de la mujer en la sociedad. Una situación que las impedía ejercer determinadas profesiones, que las mantenía fuertemente tuteladas por el padre, donde no podían acceder a la herencia, ni trabajar sin permiso del hombre de la casa, donde ni existía el divorcio, no digamos el aborto con garantías médicas.

Todos estos logros los consiguieron ellas, aun a riesgo de visibilizarse y de dar, incluso embarazadas, con sus huesos en la cárcel. Algunas, como Nati Camacho, hasta tres veces, por organizarse en contra de la humillación sistemática de las jóvenes empleadas del sector textil. Otras, como Empar Pineda, sufriendo la expulsión de la Universidad por significarse en luchas sindicales estudiantiles.

"La mentalidad en muchos ámbitos era muy cerrada y el machismo estaba todavía muy presente", recuerda Cristina Alberdi en el libro de Varela. "Había profesores que nos mandaban salir de clase a las chicas cuando tocaban algún tema que consideraban indecoroso", añade. Ella terminó derecho precisamente en 1968, "cuando ya soplaban los aires del mayo francés, los estudiantes nos manifestamos contra la dictadura e hicimos varias sentadas en la facultad".

El cambio social que más a menudo se asocia a las revueltas del mayo 68 tal vez sea el de la libertad sexual. En los testimonios que recoge Varela en su libro se percibe que tuvo también "un impacto muy fuerte" en España. La mayoría de los jóvenes socializaba en los locales de las parroquias de barrios obreros, donde les dejaban organizar guateques, o en las matinés musicales de salas como Lisboa o el Price. Allí pinchaban Rosas en el Mar, de Luis Eduardo Aute o No nos moverán, de Joan Baez.

En el marco de la Universidad, a la que todavía llegaban en notable minoría, se vivió entonces ya "una sexualidad sin problemas ni complejos, como algo limpio y hermoso y sin miedo". Dicen ellas mismas que fueron las que más despreocupadas vivieron las relaciones sexuales. En parte porque llegó la píldora y porque no tuvieron que lidiar con el SIDA como las siguientes generaciones.

Pese a la dictadura, y aunque la mayoría se casaron muy jóvenes para salir del control paterno, también es ésta la generación primera en experimentar la convivencia en tríos o incluso en comuna, fueron las últimas mujeres en ser juzgadas por adulterio y, muchos años después, las primeras en casarse entre ellas.

Ramona Parra en una protesta en una fábrica en los 70.
Ramona Parra en una protesta en una fábrica en los 70.

Ramona Parra, de blanco delante de la pancarta, en una protesta.

Empar Pineda, Cristina Alberdi, Paca Sauquillo, Manuela Carmena, Cristina Almeida, Lidia Falcón, Ramona Parra o Nati Camacho son o han sido alcaldesas, las primeras abogadas de mujeres víctimas de malos tratos, e incluso ministras. También fueron las primeras en comprarse bikini, y las que pelearon por trabajar fuera de casa como sus maridos. O las que lucharon, con uñas y dientes, para garantizar a sus hijos, y sobre todo a sus hijas, una educación universitaria en pie de igualdad.

Sin excepción, creen que las jóvenes de hoy tienen una vida mejor, pero están preocupadas por si la falta de trabajo puede hacer a las mujeres regresar a roles de cuidadoras del hogar o a sufrir desigualdades de género contra las que ellas se revelaron. Sus testimonios denotan cuánta importancia le dan a la autonomía económica de las mujeres, condición indispensable para no tener que doblegarse ante nadie y poder elegir el cauce de sus vidas, algo que consideran fundamental.

La de estas señoras, ya de setentaytantos años, es una generación que ha trabajado enormemente por las libertades las mujeres en España, y a día de hoy sigue muy activa y optimista. "El 8 de marzo, por ejemplo, me ha dado una alegría muy grande, con unas manifestaciones que ya no veíamos. Pero el problema sigue siendo cómo asociarse y ver qué más se puede hacer. Esto de algún modo hay que canalizarlo, hay que agruparse para ver cómo se puede resistir a todas las involuciones que puedan sufrir las mujeres", deja como recado la propia Varela.

El 8 de Marzo fue, hasta la fecha, también el último "piquete" de las sindicalistas Camacho y Parra. "Estuvimos todo el día en las calles. Empezamos llevando flores a las Trece Rosas al cementerio, después a Cibeles a las 12 y a la manifestación de la tarde. A nuestro ritmo, que íbamos con señoras hasta de 90, pero fue una inyección de moral enorme. El tema es que no se pare".

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