Apenas unos días después de la celebración de las elecciones presidenciales en Kenia, la ola de violencia que se ha desatado en el país se ha cobrado ya 148 víctimas según el Gobierno de Mwai Kibaki. Esta cifra superaría los 250 cadáveres según fuentes de la oposición.

Las cifras no son el único mensaje contradictorio: mientras el portavoz oficial del Ejecutivo keniata insiste en que la prensa extranjera "exagera" lo que sucede en el país africano y que todo se debe a la acción aislada de "bandas de gamberros", se ha confirmado de forma oficial el hallazgo de treinta cuerpos calcinados en el interior de una iglesia del país.

Según las primeras informaciones, las víctimas intentaban refugiarse de los altercados y, cuando fueron localizados, les quemaron vivos.

Éxodo masivo

El clima de preguerra civil es tan intenso que la Unión Europea ha solicitado formalmente una investigación sobre las elecciones. Además, la situación ha invertido los papeles entre Kenia y Uganda: ahora son los keniatas quienes dejan sus tierras atrás para buscar refugio.

"Para mí esto es incomprensible", dice la ugandesa Ennis Okwera al referirse a los centenares de kenianos que han llegado en los últimos días a esta localidad fronteriza con Kenia. Ella, como tantos otros compatriotas, tuvo que refugiarse en Kenia varias veces en los últimos treinta años. Ahora ve cómo tiene que atender a centenares de habitantes de un país vecino al que siempre acudía para buscar seguridad.

Por su parte, el Gobierno ha decidido mantener durante varias semanas la prohibición de manifestaciones, lo que incluye la protesta que la oposición había convocado para el jueves. En ella querían expresar su malestar por unas presuntas operaciones fraudulentas del Gobierno en el escrutinio de las elecciones del jueves.