Los españoles nos tragaremos el próximo 31 alrededor de 1,5 millones de kilos de uva fresca, y la mayoría saldrá de la comarca del Vinalopó, gracias a un curioso sistema de embolsado, que retrasa su maduración.

El objetivo de esta ancestral tradición es conseguir suerte para el año venidero a cambio de comer granos de uva a razón de cada una de las 12 campanadas.

La presentación de las uvas cambia cada año, las hay en almíbar, envasadas con o sin pepita, aunque el consumo de uva fresca se mantiene año tras año.

En parte, porque el Vinalopó, en las tierras de Agost, Aspe, Hondón de las Nieves, Hondón de los Frailes, Monforte del Cid, Novelda y La Romana, tiene un microclima especial que permite, una vez embolsada, mantener la uva en la cepa hasta bien entrado el invierno.

Se trata de un trabajo artesano que consiste en embolar la uva racimo a racimo y que en verano asumen muchos estudiantes para ganarse un dinero. Si no, sería muy complicado mantener la uva fresca para que se consumiese en Navidad.

¿Fresca o conservada en cámara?

Si a alguien le asalta la duda, en el instante de las campanadas, de si la uva que va a engullir es fresca, recogida en los días previos a Nochevieja, o no, tendrá que fiarse de su paladar.

Desde el Consejo Regulador de la Denominación de Origen explican que, cuando se acaba la cosecha, en los comercios se venden también racimos conservados a baja temperatura (no congelados) durante semanas o incluso meses. Evidentemente, el sabor y las propiedades no son los mismos.