Un perro como terapia y desconexión ante una larga estancia hospitalaria

  • Este es el logro del programa de voluntariado 'Can de la Mano' que desarrolla el Hospital La Fe de València.
  • Esta relación llega a ser tan intensa y placentera que les permite hacer "menos penosa" la estancia.
  • A los pacientes les permite romper la monotonía del ingreso y aumentar las emociones positivas.
Estos encuentros proporcionan seguridad a los niños y niñas (sensación de protección) y les hace sentirse especiales.
Estos encuentros proporcionan seguridad a los niños y niñas (sensación de protección) y les hace sentirse especiales.
GENERALITAT VALENCIANA
Estos encuentros proporcionan seguridad a los niños y niñas (sensación de protección) y les hace sentirse especiales.

Solo se ven una hora a la semana pero la relación afectivo-emocional entre pacientes con una dolencia oncológica, psiquiátrica o una lesión medular ingresados en un hospital y perros de asistencia llega a ser tan intensa y placentera que les permite "desconectar" y hacer "menos penosa" la estancia.

Este es el logro del programa de voluntariado Can de la Mano que desarrolla el Hospital La Fe de València, cuya singularidad radica en que son los propios profesionales sanitarios los que de forma voluntaria y altruista ceden a sus mascotas, que reciben un adiestramiento antes de entrar en contacto con los pacientes.

El proyecto comenzó en 2016 como fase piloto en oncología pediátrica, pero al observar los beneficios que la visita de estos animales producía en los pacientes se extendió a psiquiatría infanto-juvenil y a la Unidad de Lesionados Medulares. Actualmente son siete los perros que participan en el mismo.

Los perros pertenecen a razas como boyero de Berna, beagle, bulldog francés, border collie o dogo de Burdeos y son tanto machos como hembras de entre 2 y 6 años "en los que lo importante es que tengan un carácter sociable y pacífico", explica Bárbara Torres, doctora en oncología infantil y responsable del programa.

A los pacientes les permite romper la monotonía del ingreso, salir de la habitación para encontrarse con el perro y pasear y jugar con él, y también conlleva un aumento de las emociones positivas y que se sientan más seguros, ilusionados, felices y especiales.

Los pacientes que participan en el programa deben reunir unos criterios de inclusión, como no estar en aislamiento por algún germen, no llevar vía venosa o heridas abiertas que pudieran contaminarse, no tener alergia a los perros, no estar inmunodeprimido y, por supuesto, que le gusten estos animales.

Una de ellas es Julia, de 6 años, pero que desde los 3 ha tenido que pasar ingresos prolongados en La Fe para ser tratada de una leucemia linfoblástica aguda de la que actualmente está en "completa remisión", aunque sigue acudiendo al Hospital de Día para un seguimiento.

"Para Julia era una fiesta cada vez que tenía que ver a Alma, una perra Golden; se volvía loca. Era una actividad que le hacía salir de la rutina, iba a jugar y a ver a otras personas que no fuéramos nosotros o los profesionales que la atendían", explica Elisa Tomás, la madre de la pequeña.

Según Elisa, Julia disfrutaba durante un día a la semana de Alma y el vínculo afectivo no solo se creó con la perra, sino también con sus dueños, con quienes siguen teniendo amistad: "La experiencia es estupenda, es beneficiosa para ella y para nosotros, porque la vemos feliz".

Según la doctora Torres, los pacientes "primero alucinan de que haya un perro en el hospital, porque estar ingresado te priva de un montón de cosas diarias, y después se ofrecen mucho cariño mutuo y los niños se olvidan de dónde están metidos y se lo pasan muy bien".

En el servicio de lesionados medulares la experiencia comenzó a aplicarse hace poco más de un año y una de las pacientes que cada jueves pasa cerca de una hora con un perro es Matilde Gea, ingresada desde octubre y operada de dos discos de la médula espinal que le han dejado en silla de ruedas.

"Te relajas y desconectas cuando estás con ellos, te olvidas de todo, te entretienen", asegura Matilde, de 51 años, que poco a poco va recuperando la movilidad gracias a los distintos ejercicios de rehabilitación y a la terapia con los tres perros con los que ha estado hasta el momento.

Miguel Giner, jefe de la Unidad de Lesionados Medulares de La Fe, explica que los lesionados medulares pueden tener estancias hospitalarias de hasta seis meses y esta actividad, que "subjetivamente es muy placentera", les hace la estancia "menos penosa".

La doctora Carmen Grao, de la Unidad de Lesionados Medulares, señala que además de la interacción emocional permite a los pacientes con lesiones medulares cervicales tener una actividad dirigida para que puedan mover los miembros superiores, dándoles de comer o acariciando a los perros.

"Los que prueban, repiten; salvo los que tienen miedo, alergias o están en situación de aislamiento, a los que no permitimos bajar para que el perro no sea un transmisor de infecciones", explica Grao.

El programa incluye un proyecto de investigación que mide el impacto de esta actividad en los pacientes con el fin de comprobar si la interacción con los perros comporta beneficios positivos en el bienestar global del paciente y, secundariamente, si influye positivamente en su proceso de recuperación.

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