Una letal Rachel Arieff derrocha sarcasmo, incorrección y talento en su show cómico

  • La artífice del Anti-Karaoke provocó el delirio humorístico en Madrid.
  • Alternó provocadores monólogos con divertidos números musicales.
  • Disparó dardos contra Bush, la Iglesia, la Duquesa de Alba...
Rachel Arieff despliega su espectáculo cómico en la sala Galileo Galilei. (SILVIA MANZANO)
Rachel Arieff despliega su espectáculo cómico en la sala Galileo Galilei. (SILVIA MANZANO)
SILVIA MANZANO
Rachel Arieff despliega su espectáculo cómico en la sala Galileo Galilei. (SILVIA MANZANO)

Había curiosidad por ver a Rachel Arieff fuera de su explosivo Anti-Karaoke y desplegando ella solita su show cómico.

La show-woman americana, que cuenta cada día con una base más sólida y numerosa de fans y se está erigiendo como la gran revelación de los últimos meses en el panorama del espectáculo, presentó en Madrid, concretamente en la sala Galileo Galilei, su particular creación llamada Cómo Ser Feliz Todo El Tiempo.

Y, quizá también gracias a la ayuda de un imperdible, como ella mismo aconsejó, la audiencia lo logró. Logró la felicidad. O al menos durante el tiempo que duró una de las actuaciones más rompedoras y provocadoras que se recuerdan en nuestros escenarios.

Todo el talento y la mordacidad que se insinúan en al Anti-Karaoke, aquí fueron maravillosamente expuestas, apuntadas y disparadas. Porque eso es lo que hace Arieff. Y desde luego, lo que disfruta. Colocar al mundo en el punto de mira y dinamitarlo.

Así, además de una cómica sin escrúpulos con diarrea verbal y con gran aptitud para el baile, este show destapó a una rebelde con causa, a una mujer dotada de una visión muy cínica de la vida y con una tremenda habilidad para combinar el humor incisivo propio de un Lenny Bruce y ciertos aires desmitificadores típicos de Woody Allen con la escatología y el surrealismo propios de, por ejemplo, la maravillosa serie South Park.

Carcajada colectiva

A diferencia del Anti-Karaoke, donde varios aventureros colaboran cantando canciones, aquí ella, su micrófono y ciertos objetos, como una foto de la entrepierna de Britney Spears, se bastan para amenizar el espectáculo.

Sólo un colaborador encarnando a Meg White, batería de white Stripes, le acompañó en la función. Y el tipo derrochó entusiasmo a destajo.

Como la propia Arieff, claro. Intercalando numeros musicales con monólogos, y exhibiendo una admirable facilidad de palabra, la intrépida estadounidense desató la carcajada colectiva en varios momentos de la función, impregnada toda ella de un aroma cabaretero muy americano que se agradeció enormemente.

No dejó títere con cabeza, naturalmente, y la Iglesia, Bush (al que piropeó llamando “chimpancé”), y el peculiar funcionamiento de las camareras orientales en Barcelona fueron, entre otras cosas, el centro de sus parodias.

Sin olvidar su irónica exaltación de la figura de la Duquesa de Alba, probablemente el momento más desternillante del show, y su repaso a las razones por las que no merece la pena suicidarse.

“No tengo nada de autoestima, y mucho menos de dignidad. Por eso me hice cómica”, confesó.

La audiencia de la sala, que se retiró con una sonrisa de oreja a oreja, y que tendrá la oportunidad de volver a repetir el próximo 1 de febrero, aún celebra esa decisión.

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