Navidad lejos de los efectos de Chernobil: "Queremos que los niños tengan un hogar"

  • "Dicen que los valientes somos nosotros, pero el valiente es él", dice Carmen, madre de acogida de Hleb, un niño bielorruso de 11 años.
  • Estos menores huérfanos salen durante cuatro semanas del orfanato en el que viven para "saber lo que es una familia".
  • Los mayores problemas que muestran son emocionales y de salud: "A veces no entienden por qué les das un abrazo".
  • Las impactantes fotos de los pueblos de Chernobil tras el accidente nuclear.
Hleb vino a España por primera vez con siete años, ahora, con once, está completamente integrado con sus padres de acogida, Carmen y Dani.
Hleb vino a España por primera vez con siete años, ahora, con once, está completamente integrado con sus padres de acogida, Carmen y Dani.
FACEBOOK CARMEN BASTEIRO
Hleb vino a España por primera vez con siete años, ahora, con once, está completamente integrado con sus padres de acogida, Carmen y Dani.

Hleb tiene once años. Nació en Bielorrusia y lleva viniendo a España desde los siete: a casa de Carmen Basteiro y Dani González, en Asturias. Son sus padres de acogida y le reciben tanto en verano como en Navidad. Es feliz, y a medida que pasa el tiempo está más y más integrado.

"Siempre quise ser madre biológica, pero también de acogida", cuenta la propia Carmen a 20minutos, que habla de Hleb con un amor difícil de describir. Recibe el apoyo de la asociación Humanitarios por la infancia, a partir de la que siete niños afectados por Chernobil llegan a tierras asturianas para pasar las vacaciones.

Carmen lo tiene claro: "Cuando eres madre biológica es porque quieres tener hijos, pero ser madre de acogida es distinto, lo que quieres es que el niño tenga una familia".

El caso de Hleb no se sale de la realidad que los niños viven en esas zonas. "No tenemos constancia de que tenga familia en Bielorrusia, ni parientes, nada", cuenta. Vive en un orfanato, en un pueblo llamado Novogrudok, y siente la necesidad de cambiar de aires.

"Cuando vienen comen mejor, su salud mejora, es algo que necesitan porque estar donde están es un riesgo", relata Basteiro, quien añade que estos niños tienen la necesidad de "saber lo que es una familia" porque es algo que "no han conocido".

Pero no todo es sencillo. "Recuerdo que los primeros días que pasó con nosotros, tenía miedo, por ejemplo, cuando le reñíamos o le reprochábamos algo: pensaba que no iba a poder volver", esgrime. Pero al mismo tiempo celebra que "con Hleb todo ha sido muy fácil. La gente dice que somos unos valientes, pero aquí el valiente es él y no sabes cuánto le echamos de menos cuando se va".

Los trámites para las familias de acogida, eso sí, son extensos: una trabajadora social evalúa las situaciones de los padres, y "somos nosotros los que pagamos todo", dice Basteiro. Además, se comprueba que no tengan antecedentes penales por delitos sexuales.

Uno más en la familia

El caso de Ivan es un poco diferente. Igual que Hleb, viaja a Asturias dos veces al año -en verano y para pasar las Navidades-, y su madre de acogida, Isabel Álvarez, reconoce que "se adaptó muy bien desde el primer momento".

Isabel no distingue entre Ivan y Eloy, que es su hijo biológico. A sus 13 y 10 años respectivamente "se llevan genial", entendiendo que "cada uno tiene unas necesidades diferentes". No obstante, "ya saben que las normas son las mismas para los dos, porque Ivan es como un hijo más. Siempre les digo lo mismo: uno nació desde la barriga y otro desde el corazón", explica.

"Hay que tener en cuenta que el proceso no es fácil, pero todo es querer", explica una madre que asegura que el cambio "es muy grande". Iván tiene en Bielorrusia otra familia de acogida los fines de semana, pero de lunes a viernes "está en un colegio donde todo es disciplina, no tienen tiempo de ocio".

Por eso, al principio no entendía "por qué le abrazabas, por qué le besabas" y va más allá: "En el aeropuerto cuando se iba, y nos veía llorar, nos miraba con cara de extrañeza". No sabía lo que era el apego y el cariño. "Ahora cuando nos despedimos ya llora con nosotros", dice Álvarez. Eso sí, no se quiere poner límites en el futuro: "En principio puede seguir viniendo hasta los 18 años, pero eso depende de los orfanatos, y nunca se sabe".

"Ni siquiera van al médico"

Desde 1994 lleva trabajando a nivel nacional la ONG Ven con Nosotros, que trae a unos 60 niños ucranianos todos los años para que, según cuenta su presidente, Daniel Cejudo, salgan durante unas semanas "de una vida complicada". En su mayoría son menores de familias pobres o desestructuradas, que ven su viaje como un alivio.

Cuando llegan, de las primeras cosas que se hacen es "llevarles al médico, porque no pisan una consulta", sobre todo en el caso del dentista: "Tienen una alimentación mala, o al menos no la que necesitan los niños de su edad". Cejudo cuenta que la meta principal es "mejorar su salud, y que por lo menos puedan afrontar los meses en Ucrania de la mejor forma posible.

"Vienen muy felices", comenta. Y es que el invierno en España, al menos las cuatro semanas que pasan en diciembre, es mucho más llevadero del que pueden afrontar en Ucrania, y más teniendo en cuenta sus condiciones.

Desde Ven con Nosotros comentan que el número de niños "ha ido variando a lo largo de los años". Primero enfocaron su actividad a los afectados por la catástrofe de Chernobil, pero a medida que sus efectos fueron disminuyendo, "ampliamos a otras zonas".

No solo enfocan su labor a la acogida. La ONG también desarrolla trabajos in situ. "Nuestros voluntarios viajan cada cierto tiempo para valorar las necesidades de las familias y en muchas ocasiones se les ayuda con muebles, camas, instalando dispositivos de agua corriente, etc.", explican.

"Los mayores problemas que plantean son de salud y de autoestima", coinciden las familias. La Navidad, por tanto, se presenta como una oportunidad de oro para recobrar la ilusión. Esa que el desastre ha diluido en los seres humanos que más la necesitan.

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