La investigación se inició porque agentes de la Brigada de Seguridad ciudadana en servicio de noche, que patrullaban por la zona, observaron cómo desde la ventana de un cuarto piso de uno de los edificios lanzaban una pelota de tenis sujeta a un hilo de pesca, y de inmediato se aproximaban a ella personas que esperaban en la calle. Estas recogían su contenido y se alejaban de la zona apresuradamente.
Se montó entonces por parte de la Policía Nacional un dispositivo de vigilancia, por si pudiera tratarse de una acción delictiva que se desarrollase con habitualidad en ese inmueble. De esta forma, se constató que se trataba de una operativa frecuente para supuestamente el pase de sustancias estupefacientes, en la que el vendedor de la droga no contactaba físicamente con el que la adquiría.
El arrestado lanzaba la caña de pescar con la pelota en su extremo para que los clientes introdujesen el dinero en el interior
y así, una vez obtenido el precio convenido, les proveía de la sustancia solicitada lanzando la papelina por la ventana o nuevamente con la caña.
Una vez comprobado este extremo,
la investigación se desarrolló por el Grupo de Estupefacientes que estableció un dispositivo para la detención del inquilino del inmueble y el registro de su domicilio.
Durante el registro de su domicilio, se intervinieron efectos para pesado y corte de las sustancias estupefacientes, dos gramos de cocaína y un kilo de hachís, oculto en el interior de un bote de proteínas. La caña de pescar estaba guardada entre varios juguetes y peluches en uno de los dormitorios.
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