La nueva ley comercial aprobada el pasado 27 de julio por el Parlament que, como medida más destacada, adelanta una hora el cierre de los establecimientos y avanza en una hora su apertura entre los meses de octubre y mayo, está generando opiniones encontradas entre los comerciantes y vendedores de grandes superficies, cadenas e hipermercados y los del pequeño comercio.

Desde el pasado 1 de octubre, las persianas se bajan a las 21 horas y se abren a las 9 de la mañana en Catalunya para, sobre todo, fomentar la conciliación laboral y familiar. Con este objetivo votaron a favor los diputados de JxSí y recibieron en su propuesta el apoyo puntual del resto de grupos. Este nuevo horario ha cogido por sorpresa, y desprevenido, a más de un comprador a lo largo del último mes, especialmente a los más rezagados.

Aunque el punto más relevante del texto es el referente al horario, este también amplía de las 72 a las 75 horas semanales el tiempo máximo de apertura comercial de lunes a sábado, recomienda dos periodos de rebajas –en invierno y en verano– dejando en manos de los comerciantes su calendario y seguimiento y regula, por primera vez, la prohibición de ofrecer productos o servicios mediante visitas a domicilio, por teléfono o vía sms sin el consentimiento previo del cliente.

Desde Comertia, que representa a los principales retails (marcas de referencia de venta al por menor de origen familiar y local) su presidente, Joan Carles Calbet, expresa los sentimientos «encontrados» del sector y avanza «cierto descontento» por la pérdida de ventas derivada de la obligación de cerrar a las 21 horas, aunque aún considera que es pronto para cuantificarla porque además se une a la inestabilidad económica que vive Catalunya. «Las ventas que no se hacen de 21 a 22 horas tampoco se hacen de 9 a 10 horas», eso sí asegura.

Además, recalca que en muchos comercios la apertura adelantada a las 9 horas está generando, paradójicamente, un problema de «conciliación» entre padres que antes podían llevar a sus hijos al colegio y ahora no. Como solución salomónica pedirán al Govern modificar la nueva ley comercial para instaurar una hora de apertura y de cierre estándar tanto en verano como en invierno fijada en las 09.30 y las 21.30 horas, respectivamente.

Calbet lamenta que estos cambios se podrían haber ahorrado si se hubiera hablado con el retail durante la tramitación de la legislación y esta no se hubiera redactado «vía enmiendas de última hora». En el lado opuesto se encuentran los comercios adscritos a la asociación Barcelona Oberta, que aglutina a los principales ejes comerciales de Barcelona.

Gabriel Jené, su presidente, confirma que, en el mes que lleva en vigor la nueva ley, la afectación ha sido «mínima» entre sus asociados. «Muy pocos operadores han avanzado sus horarios tanto de apertura como de cierre», comenta, debido a que «los comercios que cerraban a las 22 horas eran minoritarios».

Sí que critica que los negocios se hayan erigido por parte de la Generalitat en «prueba piloto» en materia de conciliación horaria: «Tendría que ser el comercio el que se adaptara a los cambios sociales y no al revés». Ytambién se dirige al Ajuntament para que «liberalice la apertura los domingos como ciudad turística y por la gran entrada de divisas que supondría».

Añade: «Estamos pensando en proponérselo a Colau». La Unió de Consumidors de Catalunya defiende, igualmente, una «liberalización horaria que no obligue a cuándo abrir o cerrar por normativa».