Tras un lustro de carrera en solitario, Rubén Pozo ha demostrado su solvencia como artista dentro y fuera de los escenarios. Con su último disco, Habrá que vivir (Sony Music), el excomponente de Pereza y Buenas Noches Rose agarra la guitarra eléctrica para volver a cantarle a sus demonios.

En Habrá que vivir vuelve a un sonido más rockero. Sí, quería que el disco sonase como los discos que me gustan, con gente tocando de verdad, equivocándose a veces... Quería escuchar la grasa, que es lo que siempre he tratado de corregir cuando toco. El productor del álbum, José Nortes, me dijo: "Esa grasa que tienes, a ti te sale sin querer y hay guitarristas que la practican".

En el título del disco y el de la canción que le da nombre se respira cierto pesimismo, casi obligación... Sabes, tú lo has visto de esa manera, pero otras personas me dicen que es un título optimista, como de viva la vida [risas]. Me gusta que haya esas dos interpretaciones.

La canción sí que tiene ese tono, viene a decir: "Que marrón, quiero bajarme de aquí, qué follón hacerse mayor, no quiero ser, parecer ni estar, solo desaparecer... pero habrá que vivir".

Recuerda a otra frase de su anterior disco: "A los 27 no me morí, desde entonces desubicado". Sí, ahí me he copiado un poco [risas]. Aquí digo: "Necesito los trucos de los 45, necesito haber muerto 20 años antes".

¿Cómo afronta la madurez una rock star? A mí lo de rock star… me da un calambre cuando lo escucho. Yo principalmente hago canciones que me vienen bien para mi cabeza y mis historias. De rebote, hay gente a la que le hacen el mismo bien. Esa gente es mi público y a mí me parecen los más guapos [risas].

El año pasado vivió una gira con Mark Olson ¿Qué le aportó? Yo le admiraba de su etapa en Jayhawks, hacían discos sin grandes alardes pero con un profundo amor a las canciones. Para mí ha sido un regalo esa gira, haberle conocido de casualidad en León… Es de estas cosas que no están planeadas pero cuando salen son un gusto. A veces la vida, aun siendo tan perra, te da estos regalos.

Entre sus música favorita destaca el rock de los 60 y 70. ¿Cree que esas referencias se están perdiendo? Bueno, no pasa nada. Quien es un loco de la música acaba llegando a los mismos artistas escuchando cosas de ahora y viendo quién las hizo antes. A fin de cuentas, Chuck Berry no inventó el rock and roll.

Con este disco cumple cinco años de carrera en solitario. ¿Cómo valora ese camino? Creo que ahora soy mejor músico y, a lo mejor por la edad, he aprendido a disfrutar más de la vida. Lo que me molesta o no me gusta no dejo que me rebote mucho en la cabeza. Me lo tomo todo con más tranquilidad.

¿Al haber tocado techo con Pereza se plantea su carrera de otra manera? No, sigo viviendo de esto y sigo necesitando que se vendan entradas [risas]. Lo que es verdad es que no necesito tanto, hay que saber vivir cuando tienes mucha pasta. Yo estoy loco por la música, eso es lo primero, y no necesito una limusina.

En uno de sus primeros conciertos en solitario dijo una frase... Sí, que no iba a volver con Pereza...

No, otra: "Dicen que Rubén Pozo no ha gustado, pero lo que pasa es que no se ha escuchado". ¿Piensa lo mismo? Bueno... con Pereza teníamos el foco encima siempre. Cuando hay una separación tienes que pasar por diferentes pasos y en esos conciertos todavía no lo había superado. Cuando veo esos putos vídeos... [risas]. No me arrepiento de nada, pero no quiero ser esclavo de lo que dije hace años.

¿Sintió mucha presión en esa época? Es normal, pero encima del escenario no hay filtro y dices cosas así... No sé, tengo la sensación de que hay gente que no quiere escucharme por joder. Yo sé lo que es no escuchar a un artista porque ha abandonado una banda que te gusta, yo lo he hecho. Pero bueno, así es la vida del siglo xxi.

Hablemos del presente: ¿a quién escucha Rubén Pozo? Me gusta mucho Ángel Stanich, su canción Escupe fuego. También lo que hacen mis amigos: Iván [Ferreiro], Xoel [López], Quique [González]... les sigo a todos, los disfruto, aunque hay veces que se lo digo y hay veces que no. Ahora me fijo más en el discurso, al margen del envoltorio musical. Me gusta la gente que se atreve a decir algo que nadie más dice.