Arniches y Domínguez: el Museo ICO recupera el legado de esta brillante pareja de arquitectos

  • Trabajaron juntos durante doce años apostando siempre por la simbiosis entre arquitectura y modernidad. Tras la Guerra Civil se vieron obligados a exiliarse.
  • Junto a Eduardo Torroja proyectaron una de sus grandes obras, el Hipódromo de la Zarzuela, que ahora aspira a convertirse en Patrimonio Mundial de la Unesco.
Hipódromo de la Zarzuela. Arniches, Domínguez y Torroja. Archivo Martín Domínguez Esteban (Fotógrafo desconocido).
Hipódromo de la Zarzuela. Arniches, Domínguez y Torroja. Archivo Martín Domínguez Esteban (Fotógrafo desconocido).
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Hipódromo de la Zarzuela. Arniches, Domínguez y Torroja. Archivo Martín Domínguez Esteban (Fotógrafo desconocido).

La Guerra Civil les separó y les llevó por caminos muy diferentes, pero antes de que las armas lo truncaran todo, Arniches y Domínguez fueron una de las parejas de arquitectos más talentosas y creativas de nuestro país. El Museo ICO de Madrid les rinde ahora un merecido homenaje y recupera su imaginativo trabajo en Arniches y Domínguez. La Arquitectura y la Vida, una exposición que podrá verse hasta el próximo 21 de enero en su sede.

La unión profesional de Arniches y Domínguez se produce en 1924. Durante doce años (hasta el estallido de la guerra) trabajaron juntos siguiendo una línea muy clara: establecer sinergias entre la arquitectura y la modernidad. Fueron años de una profunda transformación en lo social, cultural y económico, y apostaron claramente por el futuro. Previamente, los dos se habían formado en la Escuela de Arquitectura de Madrid y Domínguez, además, en la Residencia de Estudiantes, coincidiendo con otros coetáneos de talento privilegiado como Dalí, Severo Ochoa, Federico García Lorca o Luis Buñuel.

Durante poco más de una década –y claramente influenciados por las ideas de la Institución Libre de Enseñanza y la Residencia- dieron forma a proyectos considerados hoy brillantes como el Instituto-Escuela (1931), el auditorio de la Residencia de Estudiantes (1933), los Albergues de Carretera (1928-1935) y su gran obra, el Hipódromo de la Zarzuela (1935).

Proyectado junto a Eduardo Torroja, constituye el único monumento nacional dedicado al deporte; fue Premio Nacional de Arquitectura y su marquesina fue declarada, además, Bien de Interés Cultural. Actualmente aspira a ser el primer edificio de Madrid en convertirse en Patrimonio Mundial de la Unesco.

Algunos, sin embargo, quisieron borrar de un plumazo el nombre de sus verdaderos autores. "El régimen franquista quiso borrar el nombre de dos liberales, Arniches y Domínguez, de la autoría del Hipódromo. Y como no lo podían hacer porque era un conjunto que ganaron en un concurso, se les atribuye la autoría de las tribunas", declara Martín Domínguez Ruz, hijo de Domínguez y uno de los dos comisarios de la exposición junto a Pablo Rabasco.

El exilio interior y exterior

Con esta gran obra llegaría la separación. Tras la Guerra Civil, ambos se verían obligados al exilio. En el caso de Arniches éste tuvo un carácter interior mientras que Domínguez tuvo que marcharse a Cuba, donde daría una segunda vida a su carrera en el ámbito de la vivienda. En 1960 se exiliaría de nuevo a Estados Unidos, donde pasaría sus últimos años ejerciendo como docente en la Universidad de Cornell (Ithaca, Nueva York).

"El exilio es algo muy difícil de entender para alguien que no lo haya vivido, y hay muchos tipos. El de Arniches fue especialmente pernicioso, fue un exilio interior. Fue un exiliado dentro de su propia tierra, sin haberse ido", asegura Domínguez Ruz.

La exposición de Museo ICO recorre la trayectoria de esta pareja de arquitectos a través de más de 300 piezas. Una colección de documentos, planos originales de algunas de sus obras más representativas, fotografías, maquetas y mobiliario. Llegar a ellas no ha sido fácil, obligando a los comisarios a seguir su rastro por España, Cuba y Estados Unidos. Muchas de las piezas rescatadas en Cuba permanecían inéditas desde que Domínguez se vio obligado a abandonar la isla en 1960.

La muestra se divide en tres partes. La planta baja recupera algunos de los momentos más significativos de la vida de los dos arquitectos: su época de estudiantes en la Escuela de Arquitectura, la Residencia, el contacto con artistas e intelectuales o el exilio. En la sala de columnas pueden verse algunas de las obras más representativas que realizaron a lo largo de su carrera, tanto de forma conjunta como por separado. Y finalmente, en la primera planta se exhiben dos intervenciones, una del cubano José Ángel Toirac (sobre Martín Domínguez) y otra de Rogelio López Cuenca y Elo Vega (Carlos Arniches), que muestran una visión particular de estos dos arquitectos desde el punto de vista del arte.

Además, la Fundación ICO en colaboración con Akal ha editado un catálogo con 296 páginas y más de 440 ilustraciones, que recorre toda la obra de la que ya se considera una de las sociedades de arquitectos más creativas del siglo XX en España.

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