Pedradas y neumáticos quemados cortando la carretera y, al otro lado, la Policía Nacional retrocediendo ante el embiste de los vecinos de Las Mimbreras (Latina), en pie de guerra debido al inminente desahucio de sus casas.

Todo recordaba a la Cañada Real (entre Rivas y Madrid), otro asentamiento en el que hace un mes el desalojo de una vivienda acabó con 22 heridos en una batalla campal entre vecinos y Policía.

No hubo heridos

A pesar de la violencia, en el enfrentamiento de ayer por la mañana no hubo lesiones. Y eso que los residentes de Las Mimbreras (en su mayoría de etnia gitana) ya lo advirtieron: «Si me derriban la casa, será conmigo dentro», tal y como adelantó 20 minutos el pasado 19 de noviembre. Aún siguen amenazando: «Si vuelven por aquí, iremos a la guerra», afirman.

Veinte familias de las 130 que componen este poblado  venían recibiendo desde el 8 de noviembre cartas de desahucio del Ayuntamiento de Madrid por vivir en construcciones ilegales.

La semana pasada echaron abajo dos de ellas. Los vecinos no hicieron nada «para no montar un espectáculo», aseguran, pero la madrugada del martes derribaron la tercera... y el poblado decidió que no habría una cuarta.

Vanesa Montaño respiraba ayer aliviada: era su casa la que iban a derruir. Los antidisturbios ni siquiera pudieron pasar al asentamiento, tuvieron que dar marcha atrás dejando pelotas de goma y escudos por el suelo.

El Ayuntamiento de Madrid aseguró que la Policía no iba ayer a derribar, sino que acudió porque los vecinos «estaban tirando piedras a coches de la carretera». Durante esta semana controlarán el acceso al poblado.

Ningún otro sitio adonde ir

El poblado de Las Mimbreras (a medio camino entre Cuatro Vientos y el barrio de La Fortuna de Leganés) existe desde hace trece años, cuando sus vecinos más antiguos fueron trasladados por el Ayuntamiento de Madrid desde otras chabolas a unas casas prefabricadas. Muchos están empadronados y aseguran que están dispuestos a pagar un alquiler de renta mínima si al final les desalojan, «pero no tenemos adonde ir. No nos dan otras alternativas», afirman.