El festival Dcode cerró este sábado su séptima edición colgando el cartel de 'No hay entradas'. 25.000 personas abarrotaron el Campus de la Universidad Complutense de Madrid en una jornada que se podría calificar de nostálgica por muchos de los artistas que pasaron por sus tres escenarios.

A pesar del horario (el festival comenzó a las 11.30 horas), el público llenó rápidamente los dos conciertos principales de la mañana, Miss Caffeina e Iván Ferreiro. Los primeros dieron un recital de optimismo y mucho baile a su ya fiel audiencia, con la que compartió algunos comentarios sobre las horas que les habían tocado para tocar. Nunca llueve a gusto de todos. El tiempo, por cierto, fue el idóneo para un festival: soleado y libre de nubes.

Ferreiro, por su parte, mostró sus tablas sobre el escenario mezclando las canciones de su nuevo y bien recibido álbum, Casa, con las de discos anteriores e incluso de su etapa en los Piratas. Mención especial a la incorporación sorpresa de Dani Martín en El equilibrio es imposible, que hizo corear al respetable.

Tocaba irse a comer y comenzaron los problemas. Las entradas al recinto sufrieron colapsos que, si bien se solucionaron rápidamente, no impidieron que los asistentes abuchearan a los miembros de seguridad, los cuáles hicieron su trabajo con eficacia a pesar del estrés.

Los franceses La femme y, acto seguido, el pop con aires tropicales de Carlos Sadness hicieron olvidar todos los problemas y bailar sin parar para preparar a las estrellas internacionales.

Daugther sigue sorprendiendo a los asistentes que no conocen el indie folk de los británicos, que acumulan año tras año más y más público. Que estuvieran en el escenario más pequeño fue culpa de Milky Chance, otros indies que han movido masas este verano en toda Europa.

Tras ellos, la rock star por antonomasia subió al escenario. La sensación de ver a una autentica estrella era palpable entre los miles de personas que se agolpaban en las primeras filas de la audiencia. Con su clásico chubasquero y gafas de pasta llegó Liam Gallagher para recordarnos por qué Oasis tiene un sitio guardado en el olimpo del pop.

Pero Gallagher cumplió lo justo como para conseguir el aprobado raspado. Los temas de su próximo disco, As you Were, dejaban frío al público, que, sin embargo, coreaba cada estrofa de cualquier canción de Oasis. El mancuniano terminó con Wonderwall (en la que prácticamente no se escuchó su voz, culpa de la falta de decibelios de los escenarios) y se fue sin más, como el que baja a hacer la compra y vuelve rápido a su casa.

La noche continuó con Band of Horses, que llegaron en el momento clímax de la noche con un directo arrollador que hizo olvidar el viento frío que se colaba entre los asistentes. Cerrando la gira de su último álbum, Are you OK?, La banda de Ben Bridwell echó toda la carne en el asador para alegría de su público.

Otro de los momentos de más nostalgia del festival fue la aparición de Interpol. 15 años después de uno de los mejores discos de rock de los últimos tiempos, Turn on the Bright Lights, la formación se dispuso a recordarlo canción por canción. Los temas sonaron a himnos atemporales que hicieron viajar a sus fans en una potente y ruidosa máquina del tiempo.

Franz Ferdinand puso el broche final -para los que se retiraron a horas menos intempestivas- al festival. Alex Kapranos ejerce de frontman con una entrega envidiable que resumió el espíritu del evento a la perfección: diversión sin paliativos y un día eterno para despedirse de los festivales de verano hasta la temporada que viene.