El público del Festival Castell de Peralada (Girona) ha quedado hechizado este lunes con la ópera 'Madama Butterfly', de Giacomo Puccini, llevada a escena por Joan Anton Rechi, gracias a la trágica y conmocionada interpretación de la soprano albanesa Ermonela Jaho, que se ha entregado por completo al espectáculo.

Con una nueva sesión este miércoles, la velada ha conducido a los asistentes a través de tres actos 'in crescendo' por esta propuesta italiana de desamor y destrucción, donde la delicada y frágil geisha Cio-Cio-San, 'Butterfly', espera el regreso de su amor norteamericano.

La coproducción, situada en el trance más oscuro de la ciudad de Nagasaki antes y después del lanzamiento de la bomba atómica, ha mantenido la tensión de la grada durante sus tres horas de duración, en las que la soprano ha extendido su tragedia personal al drama colectivo.

En coproducción con la Deutsche Oper Am Rhein, Peralada ha regalado a su satisfecho público un espectáculo lleno de tonalidades y matices de la mano de un particular universo construido a base de maquillaje, iluminación y, sobre todo, la destacada interpretación del elenco.

Además de la albanesa, han triunfado la noche de este lunes el barítono malagueño Carlos Álvarez -además de la mezzosoprano gerundense Gemma Coma-Alabert, residente del festival, y el tenor estadounidense Bryan Hymel- con unos personajes al límite de sus sentimientos, anonadando al silencioso pero atento público del festival.

Sobre las tablas, el escenógrafo Alfons Flores ha plasmado la belleza y delicadez nipona contratada con un frío del consulado, mientras que Mercè Paloma ha diseñado un vestuario tradicional lleno de capas y versatilidad, con el que Butterfly ha terminado de seducir al público.

PARAGUAS Y KIMONOS

Un jovial primer acto, situado en el peristilo del consulado americano, ha apuntalado las bases de la tragedia, a través del dibujo de notas dramáticas sumidas en un preciosismo estético a base de paraguas, kimonos y trajes oficiales.

Con el drama de Butterfly a flor de piel, la ópera ha enfilado un segundo acto lleno de desesperación ambientado en medio del desastre vital e histórico de la protagonista, en el que ella ha sido un escombro más totalmente mimetizada con las ruinas sobre las tablas.

La última parte ha sido el estallido de un desamor contenido en el que la protagonista, a la que ha salido volando el cuchillo con el que debía quitarse la vida y ha tenido que improvisar poniendo una guinda de profesionalidad.

La devastación física y emocional de la soprano -que no ha podido contener sus propias lágrimas en los aplausos finales- han sido el colofón a una noche memorable en el festival, que en bloque ha puesto de pie a todo el aforo.