Ante este panorama, el Ayuntamiento ha optado por suprimir esta prohibición en la nueva ordenanza de circulación, que actualizará la de 1992 y entrará en vigor a inicios de 2006, según adelantó a 20 minutos el concejal de Tráfico y Movilidad, Javier Berlanga. Aunque todavía no están cerradas las condiciones que tendrán que cumplir las aceras, se exigirá que como mínimo «sean suficientemente anchas y las motos no perjudiquen el paso a los peatones».

 

La norma especificará las zonas donde se podrá aparcar, que estarán debidamente señalizadas. Según Berlanga, se primará sobre todo el centro y los sitios donde haya concentración de oficinas.

 

 

Ante la pereza de muchos malagueños para usar el transporte público, al menos que se use más la moto. El clima favorece y, además, ayudan a reducir la congestión del tráfico. Tanto es así que cuando llueve la circulación se resiente, pues la gente deja la moto en casa y coge el coche, apunta el concejal de Movilidad.

 

Se calcula que en la capital hay matriculados más de 80.000 vehículos de dos ruedas, entre ciclomotores y motocicletas, frente a los más de 300.000 coches. Es decir, la cuenta sale a una moto por cada cuatro automóviles.

 

El Consistorio quiere favorecer el uso de la moto, pero está atado de pies y manos mientras no se apruebe la nueva ordenanza, cuyo borrador estará listo a finales de este año, para alegría también de los que sigan al volante del coche, que dispondrán de
vías más descongestionadas.

 

 

En ciudades como Valencia, Sevilla, Alicante o Barcelona está prohibido aparcar sobre la acera. Mientras, los madrileños pueden hacerlo pese a que una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid anula la ordenanza municipal que lo consiente. No obstante, los policías tienen orden de no multar. En Zaragoza está autorizado sólo en aceras con más de tres metros.