Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en Vigo hay 122.538 viviendas. De ellas, el 56% (68.769) cuenta con calderas colectivas, que funcionan con gasoil. Están instaladas, sobre todo, en edificios de más de diez años de antigüedad, pues en las nuevas construcciones el más utilizado es el gas o los sistemas eléctricos.
Este tipo de calderas funcionan con gasoil y consumen unos 10.000 litros al mes, en un edificio de 60 viviendas. En consecuencia cada una emite 26,6 toneladas de CO2 por mes de funcionamiento. Sumadas todas las que existen en la ciudad se rozan casi los dos millones de toneladas emitidas desde los hogares.
Según los expertos, las calderas colectivas contaminan en un mes lo mismo que 150.000 vuelos transcontinentales de ida y vuelta.
La calefacción y el agua caliente representan dos tercios del consumo energético de una vivienda, unos 400 euros al año, según la Fundación Ecología y Desarrollo.
Responsables
En cuanto a la concienciación de los vigueses por el ahorro energético, el último estudio realizado por el Valedor do Cidadán pone de manifiesto que los vecinos del rural son los más concienciados con el cuidado del medio ambiente. De hecho, cerca del 80% de los vigueses dicen utilizar lámparas de bajo consumo.
Lo que se lleva peor es el reciclaje. Sólo el 9% de los ciudadanos reconoce llevar los aceites usados a puntos limpios. Desde la entrada en vigor de este sistema de recogida, hace un año, se reunieron 3.450 litros. En el resto de residuos, son la mitad quienes separan la basura para su reutilización.
Sobre el transporte público, un informe de la Red Española por el Clima recuerda que en Vigo el bus urbano tiene una media de 225.000 usuarios al año. Pese a todo, el 30% de los vigueses aún opta por utilizar el coche particular en sus desplazamientos cotidianos como, por ejemplo, ir a trabajar.
También hay ropa ecológica
Otro de los gastos cotidianos con los que se puede contribuir a cuidar el entorno es la inversión en vestuario. La Fundación Ecología y Desarrollo recomienda no tirar la ropa que ya no se utiliza. Organizaciones como Cáritas la recogen y entregan a otras personas. También la Unión Europea ha creado una etiqueta especial para prendas producidas respetando el medio ambiente.
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