El tenor Jean-François Borras, en el papel de 'Werther', ha sido quien se ha llevado el principal reconocimiento del público, seguido del director musical, Henrik Nánási, que dirige por tercera vez la Orquestra de la Comunitat Valenciana y de la soprano Anna Caterina Antonacci como Charlotte, en un coliseo que en esta ocasión de estreno presentaba filas vacías.
Una gran Helena Orcoyen, representando a Sophie, hermana de Charlotte, y Michael Borth como Albert, el marido, también han sido también especialmente destacados por el público, junto con el resto de protagonistas. Este último, al igual que Alejandro López (el magistrado); Moisés Marín (Schmidt); Jorge Álvarez (Johann) o Fabián Lara (Brühlmann) pertenecen al Centre de Perfeccionament Plácido Domingo.
El elenco lo completan Iuliia Safonova como Käthchen y niños de la Escolania de la Mare de Déu dels Desemparats -en el papel de los hermanos pequeños-con la colaboración de la Escola Corall Veus Juntes de Quart de Poblet.
La que es la segunda nueva producción del coliseo y gran apuesta de la temporada se ha presentado a través de un original montaje del director artístico de la Ópera de Montecarlo, Jean-Luis Grinda, quien ha planteado un flashback que arranca con Werther ya muerto frente al espejo, que acaba hecho añicos y que enmarcará la mayor parte del espectáculo.
Desde este espejo, el protagonista ve pasar su vida y recuerdos del amor por Charlotte, a través de imágenes audiovisuales que dan paso a la representación, donde el final es el principio.
JUEGO AUDIOVISUAL DE NIEVE A SANGRE
El juego audiovisual se vuelve a repetir entre los actos tres y cuatro, cuando Charlotte sale de casa y corre a través de la nieve para tratar de impedir que Werther consume su tragedia, en un momento de gran intensidad musical. El montaje combina entonces un doble espejo, el central y el del fondo, que no puede evitar acabar manchado de la sangre del protagonista.
La obra transcurre a través del escenario de los espejos, el jardín y la casa, aunque la iluminación y efectos hacen multiplicar los espacios, las horas del día y las estaciones del año, haciendo entrar la nieve en escena en el tercer acto, en Navidad, cuando el desenlace se espera. En el interior de la vivienda, cerca del piano, se sitúa una cómoda con el mismo espejo roto que acompaña la representación, con puertas y ventanas que se van abriendo para dejar transcurrir la escena.
La intensidad del drama de Massenet, ópera consideraba su obra cumbre, se refleja principalmente en los actos tres y cuarto, donde los protagonistas lucen su potencial y antes del primer beso, cuando Werther implora que se abra su tumba y los silencios musicales, breves, resultan atronadores.
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