Un joven de 25 años muere en el hospital de Toledo tras ser intubado en urgencias

El padre del joven fallecido, Agustín de Hita, con la sentencia que reconoce la negligencia médica cometida con su hijo.
El padre del joven fallecido, Agustín de Hita, con la sentencia que reconoce la negligencia médica cometida con su hijo.
JORGE PARÍS
El padre del joven fallecido, Agustín de Hita, con la sentencia que reconoce la negligencia médica cometida con su hijo.

J.M de Hita solo tenía un "vicio" a sus 25 años: los dulces. Y un atracón de "gominolas" pudo ser el responsable del malestar que le costó la vida, según ha contado a 20minutos su padre, Agustín de Hita, al dar a conocer a este medio la sentencia ganada por los servicos jurídicos de la Asociación El Defensor del Paciente y por la que se condena por negligencia médica al hospital Virgen de la Salud de Toledo y a la Consejería de Sanidad del Gobierno de Castilla-La Mancha.

Este joven "atlético" (según la autopsia del forense) murió por un error brutal cometido en el servicio de urgencias, donde su familia decidió trasladarle a pesar de un diagnóstico tranquilizador en el ambulatorio de su pueblo: Esquivias (Toledo). "Mi mujer y yo nos sentimos culpables, culpables de haberle llevado al hospital", cuenta este atormentado padre, que ha querido compartir su triste historia para "que no le pase a nadie más".

El niño, apelativo cariñoso por el que continúa llamándole su padre, ya se sentía mal cuando salió de su turno de noche en la fábrica de la Casera, donde hacía labores de mantenimiento. "Se había pasado la noche comiendo gominolas", explica Agustín que les contó después su compañero de trabajo. El joven estaba "mareado, con náuseas y dolor de cabeza", por eso decidieron ir a Toledo.

Lo que no esperaban entonces es que su hijo, que hoy tendría 33 años y contaba 25 en el momento de los hechos, jamás saldría del centro hospitalario. Una intubación brutal y negligente acabó "perforándole el esófago" (según relata la sentencia judicial), que asegura que la praxis médica "no fue correcta". A partir de ahí se desencadenó una "anoxia" (según el fallo judicial) que "culminó con su fallecimiento".

"El tubo endotraqueal estaba mal colocado y estaba en el esófago. Es obvio que esta circunstancia tuvo que ocasionar un déficit en la respiración del paciente", se lee en el fallo, que establece un nexo entre estos hechos aunque, como reconoce, se desconozca "cuál fue la patología exacta que afectó al paciente".

"Lo que sí es cierto es que el paciente acudió la hospital con una patología desconocida, pero grave [...]. Puede entenderse, por lo tanto, que la mala colocación del tubo supuso una pérdida de oportunidades en relación a la posible curación", establece la sentencia.

Pero, entonces, ¿por qué se rebaja la indemnización a la familia (80.000 euros frente a los 125.000 euros solicitados si el juez reconoce que se cometió un error médico con J. M?

"La reducción de la indemnización se debe a que el juez considera que el paciente presentaba signos de gravedad a su ingreso en el Servicio de Urgencias, antes de ser intubado, por lo que, hipotéticamente, cabe la posibilidad de que hubiera fallecido incluso en el supuesto de recibir asistencia sanitaria adecuada. Lo que sucede es que se priva al paciente de su derecho a recibir una atención adecuada y, como lo sucedido no se puede cambiar, se habla de pérdida de oportunidad, concepto por el que indemniza", explica el abogado de la familia del joven, Carlos Sardinero.

Tratamiento psicológico

Han pasado casi ocho años desde el fallecimiento de su hijo, pero en casa de Agustín de Hita no levantan cabeza. "Seguimos yendo al psicólogo", cuenta entristecido. Ellos siguen tan consternados como la novia de J.M, que "no quiere rehacer su vida", según cuenta el que iba a ser su suegro.

La joven pareja estaba "amueblando su chalé", recuerda Agustín. De hecho, esa misma tarde "querían ir a Ikea a comprar unos muebles de jardín porque se acababa la oferta, por eso fue lo de ir al hospital", se lamenta.

Por eso ahora, a pesar de la indemnización, lo que este padre persigue «es la inhabilitación» de los doctores que «mataron» a su hijo por un error que no debió ocurrir.

De hecho, el padre de J. M relata que nadie les explicó nada. «Decían que estaba nervioso y que para hacerle las pruebas tenían que intubar» porque podía tener un "derrame cerebral", sospechaban.  A pesar de ello, según cuenta, luego supieron que la intubación «fue sin anestesia, sin monitorizar» y que «le dejaron solo en el box».

J. M ingresó en urgencias el día 11 de julio para fallecer el día 14, tras sufrir daños irreparables en el servicio de urgencias. Fue el doctor que le atendió los días posteriores, hasta su muerte, al que «no le cuadraba el paro cardiaco en un paciente de su fortaleza».

Este médico fue el que empezó a investigar lo que había ocurrido tras el ingreso del paciente en el servivio de urgencias y fue quien «descubrió que lo habían matado y nos animó a denunciar».

Hasta que este médico, que ya no está en el hospital denunciado, les contó lo ocurrido, ningún otro facultativo del servicio había explicado con claridad a la familia lo que le había pasado a su hijo.

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