Cuatro chefs y cuatro madres

• Raül Balam. Hijo de Carme Ruscalleda. Raül siempre fue muy creativo pero no le gustaba estudiar. Carme creyó que el duro trabajo en la cocina haría cambiar de opinión a su hijo rebelde, que lo devolvería al mundo académico, pero se equivocó. Raül se enamoró del arte culinario de su madre y se convirtió en adalid de un concepto gastronómico único, la cocina mediterránea de Sant Pau. Actualmente la relación entre Raül y Carme se basa en la admiración mutua, lo que forjado una complicidad mágica entre fogones. Raül comparte el mismo objetivo gastronómico que su madre: la excelencia.

• Paco Roncero es hijo de Mari Paz Fernández. Siendo joven le encantaba el deporte y la Biología, pero todo cambió cuando se enamoró de la cocina... o no. En la actualidad Paco compite en las más duras pruebas de triatlón y su taller de creaciones gastronómicas es todo un laboratorio científico. Tras muchos fogones y Estrellas Michelin, Paco sigue siendo fiel a sí mismo y a los tuppers de ensaladilla rusa de Mari Paz. No hay duda, de su madre heredó la desbordante vitalidad y una voluntad de hierro para lograr todos sus objetivos.

• Francis Paniego es hijo de Marisa Sánchez. Cuando era niño esquivaba las piernas de camareros y pinches hasta llegar a los brazos de su madre, siempre al frente de la cocina del Echaurren, desde los quince años. Ahora es Marisa quien busca a Francis para darle un beso, agarrada de su brazo revisa que en el negocio familiar se continúen haciendo bien las cosas, sobre todo, sus afamadas croquetas. Marisa fue Premio Nacional de Gastronomía en 1987, su hijo lo recibiría veinticinco años después. Actualmente la cocina de Francis es reconocida por vanguardia pero siguen estando presentes las raíces de su madre.

• Nacho Manzano. Hijo de Olga Sánchez. En el colegio ya decía que quería ser cocinero pero en casa no sabían nada. Olga siempre quiso que su hijo tuviera un futuro mejor lejos de Arriondas, pero Nacho nunca se marchó del todo. Aprendió cocina y volvió a Casa Marcial, su hogar, para convertir el restaurante familiar en un referente internacional de la gastronomía. ¡Quién le iba a decir a Olga que su hijo convertiría el terruño en un sinónimo de calidad! Todavía hoy Nacho se estremece cuando Olga le prepara un arroz con pitu. Nacho exporta con éxito por todo el mundo ésta y otras recetas tradicionales de su madre.