Crítica de 'Guardianes de la Galaxia Vol. 2': Cuando "más de lo mismo" es algo bueno

  • Este 28 de abril se estrena 'Guardianes de la Galaxia Vol. 2'.
  • La secuela no sorprende como hizo la primera parte, pero mantiene el nivel de espectacularidad, descaro y, sobre todo, sentido del humor.
  • Baby Groot es una de las grandes estrellas del filme.
Baby Groot en 'Guardianes de la Galaxia Vol. 2'.
Baby Groot en 'Guardianes de la Galaxia Vol. 2'.
Marvel
Baby Groot en 'Guardianes de la Galaxia Vol. 2'.

Marvel ha vuelto a dar en el clavo. Desde hace ya casi una década, película a película, va construyendo una gran red de personajes e historias interconectadas que forman un todo pero que también funcionan, en la mayoría de los casos, como franquicias independientes.

En esta medidísima y titánica tarea, el gigante del entretenimiento ha conseguido inclusolanzar al estrellato a personajes poco conocidos por el gran público como Ant-Man, Doctor Extraño o estos Guardianes de la Galaxia, que sorprendieron con su primera aventura cinematográfica y que ahora, ya convertidos en fenómeno de masas, no decepcionan con la segunda.

El factor sorpresa, obviamente, se ha perdido. Conocemos a los personajes, su universo y su sentido del humor, pero poco importa eso cuando nunca pasan cinco minutos sin que soltemos una carcajada, nos quedemos asombrados ante algún prodigio visual o intentemos asimilar la última hilarante referencia pop de las muchas que hay repartidas a lo largo de dos divertidísimas horas de metraje que se quedan cortas.

La historia, como ya se podía intuir en la primera entrega, gira en torno a los orígenes de Peter Quill (Star-Lord), marcado por no haber conocido jamás a su padre. En torno a esa premisa, Guardianes de la Galaxia Vol. 2 compone una espectacular space opera con escenas difíciles de olvidar. Más excesiva, más ambiciosa y muchísimo más psicodélica que su predecesora, esta secuela es también mucho más emotiva.

Los culpables son sus personajes, que esta vez no solo compiten en carisma, comicidad y diálogos ingeniosos sino también en profundidad emocional, algo más que curioso cuando todos ellos basan su personalidad en la simpatía, la antipatía o la falta total de empatía, un cóctel que se vuelve aún más explosivo con la incorporación de Mantis y sus poderes empáticos.

El resultado no podría ser mejor, con Chris Pratt como perfecto héroe canalla rodeado de un grupo de eficientes robaescenas: el arisco Rocket, Drax y sus dificultades sociales, la letal Gamora y, sobre todo, Baby Groot, protagonista de los gags más desternillantes. A ellos se suma un trío de estrellas que no desmerecen en absoluto: Kurt Russell como Ego, uno de los personajes principales del filme, Elizabeth Debicki como la estirada y dorada Ayesha y Sylvester Stallone en un pequeño papel. Tampoco falta el omnipresente Stan Lee, con más presencia de la habitual. Y aún hay otro cameo más, pero es tan loco e inesperado que es mejor mantenerlo en secreto para no estropear la sorpresa.

Todos ellos, a ritmo de una fantástica banda sonora ochentera –la del casete Awesome Mix Vol. 2– construyen un relato en el que, más allá de disparos, explosiones y alienígenas de colores, se habla de familia, amor y amistad con mucho más tino y buen gusto que centenares de largometrajes pretendidamente serios.

El responsable de que la fórmula haya vuelto a funcionar es James Gunn, quien, para alegría de los fans marvelitas, ya ha anunciado que también dirigirá la tercera parte. Él se ha convertido, junto a los hermanos Russo (directores de las dos últimas películas del Capitán América y de las dos próximas de Los Vengadores), en uno de los hilos más fuertes de esa red Marvel que mencionaba. Pocos han tratado con tanto cariño a los héroes y pocos han sido capaces de trasladar ese afecto tan claramente a los espectadores, para los que esta vez reserva nada menos que cinco regalitos en forma de geniales escenas post-créditos. Toca esperar en la oscuridad de la sala hasta el final.

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