Se desvela el secreto de la primera exposición en solitario de Hirst en Italia

  • Venecia acoge la obra artística de Damien Hirst, rescatada de un barco que naufragó hace dos mil años.
  • La exposición muestra una colección de cerca de 200 piezas de arte elaboradas con materiales auténticos.
  • El artista propone al visitante entrar en el juego de la imaginación y averiguar cuál es la realidad.
'Demonio con cuenco', de Damien Hirst.
'Demonio con cuenco', de Damien Hirst.
EFE
'Demonio con cuenco', de Damien Hirst.

Venecia tiene el raro privilegio de ser testigo del "tesoro" rescatado de El increíble, un barco que naufragó hace "unos dos mil años", configurado por el artista británico Damien Hirst en una propuesta que reclama imaginación.

La exhibición, cuyo contenido se ha mantenido en secreto hasta el pasado jueves, cuando se presentó a la prensa, es la primera en solitario en Italia de Hirst (Bristol, Reino Unido, 1965) desde 2004 e invade los espacios expositivos de la Punta della Dogana y el Palazzo Grassi.

El provocador Hirst requiere esta vez que el visitante de la muestra entre en el juego, asuma el ejercicio de la "suspensión de la incredulidad": sabrá al poco de entrar en estos espacios que lo que ve, esas cerca de 200 piezas, no es un tesoro auténtico. ¿O sí lo es?

Treasures from the wreck of the Unvelievable (Tesoros del naufragio de El Increíble) despliega una impresionante colección de estatuas, joyas y restos arqueológicos sumergidos durante dos milenios y sobre los que crecieron corales que se muestran incorporados sobre mármol, bronce, oro, plata, lapislázuli, cristal...

Y también sobre resina, aluminio termolacado, poliéster impreso, luces LED, aluminio pintado, tableros de fibra... pero, ¿no eran tesoros que se hundieron hace "unos dos mil años"?

Una obra rescatada de un antiguo naufragio

La maqueta del barco que nos dicen transportaba este tesoro, el Increíble (Apistos en griego antiguo), se muestra en la segunda planta del Palazzo Grassi y allí se cuenta que el marino Lucius Longinus dio noticia de la historia del naufragio y que la nave medía "más de seis metros de ancho y pesaba más de 460 toneladas".

Un obelisco de 26 metros de longitud descansaba sobre su cubierta, según un papiro al parecer encontrado en las ruinas del puerto de Myos Hormos, en las orillas del Mar Rojo.

El tesoro fue hallado "frente a las costas de África oriental" en 2008, y así se pudo dar crédito por fin a la leyenda de Cif Amotan II, un esclavo liberto de Antioquía que "vivió de la mitad del siglo I a principios del siglo II".

Aquel esclavo -se pide al visitante que lo imagine mientras observa las piezas que empieza a intuir que han sido rescatadas del fondo del mar- reunió todos estos tesoros para decorar un templo que como nuevo y rico coleccionista pensaba mandar construir.

El nombre de Hirst no aparece por ninguna parte, solo antes de entrar en la exposición, y los carteles que describen las obras expuestas dan impresión de realidad, cuentan la historia o mitología relacionadas con los objetos.

El visitante tiene que creer que eso es verdad, ahí está el juego que propone el "coleccionista" (Hirst, suponemos, o tal vez François Pinault, el mecenas francés que lleva al británico a Venecia) y de eso habla Martin Bethenod, director de los museos.

"Pero la descripción de los materiales que ponemos en los carteles es cierta", advierte; los descomunales bronces son auténticos, las piezas de oro están hechas de ese metal, el mármol de Carrara es auténtico... tanto como el aluminio, la resina y el poliéster.

Es auténtico también, en resina pintada, el monumental Demonio con cuenco de 18 metros de altura que recibe en el atrio del Palazzo Grassi y que seguramente se convertirá en obra fetiche de Hirst, como la calavera (For the love of God) cubierta de diamantes que en 2007 se vendió por 74 millones de euros.

Tanto como el bronce El coleccionista con un amigo, un hombre (podría ser Hirst, podría no ser, indica Bethenod) que da la mano a, incluso cubierto de corales, pero que es: ¡el ratón Mickey!

Hirst invita a los espectadores a entrar en el juego de la imaginación

En este momento ya se sabe que el provocador Hirst nos la intenta colar; en la segunda parte de la exposición los corales cubren sendos bronces de Goofy y a Mowgly, y el visitante ya sabe de qué va el juego (a Disney seguro que no le conocían hace dos milenios).

"Él prefiere provocar una pregunta antes que dar respuestas. Aquí tenemos la realidad y la ficción. ¿Dónde está la verdad? Este es en realidad el asunto y la materia de esta exposición", dice Elena Geuna, comisaria de la exposición.

"Lo que el artista querría que hicieran los visitantes es mirar estas obras y preguntarse a sí mismos: ¿estaban de verdad en el fondo del mar, son reales, se han hecho ahora?", añade la responsable de la muestra.

Geuna apela a la expresión de moda, la de las "noticias falsas", para tomar una referencia que puede ser una inspiración del artista. Explica: "¿sabe?, vivimos en un mundo donde tenemos noticias falsas, noticias verdaderas, ¿dónde está la realidad de nuestra vida?".

La comisaria precisa que Hirst, "otra vez, como hizo a principios de los noventa, viene con un pensamiento tan innovador que los temas que uno puede encontrar son los mismos con los que ha tratado en el pasado, el sufrimiento que envenena y todo eso, pero en un entorno completamente nuevo".

Es, agrega, un retorno del artista "hacia la Antigüedad, retransformada", trasladada al presente, aunque quizás no necesariamente, desde esa misma Antigüedad.

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