Turno de chabola

30 trabajadores llevan encerrados desde el 1 de octubre a las puertas de su fábrica en Igorre por un cierre patronal «ilegal», según el Gobierno vasco.
En la chabola, ni la estufa da calor ni el toldo detiene la lluvia. No surte efecto. Como tampoco surte efecto el encierro de 30 trabajadores en una caseta desde el 1 de octubre. Son huelguistas de la empresa Druckguss que se han encerrado en las puertas de la fábrica en protesta por el cierre patronal.

En grupos de cinco personas, con café, cartas y parchís, los 30 empleados hacen guardia las 24 horas del día en un cubículo de 5 m2 hecho por ellos mismos con madera y plásticos. José Antonio Iturrioz, el dueño de esta fábrica metalúrgica de Igorre, echó la persiana el pasado 2 de octubre. Lo hizo después de que 30 de sus 54 trabajadores hicieran seis jornadas de huelga por un mejor convenio. El Gobierno vasco califica de «ilegal» el cierre patronal, e Inspección de Trabajo considera que es una infracción «muy grave» que puede constituir «ilícito penal».

Afuera de la chabola, los coches de los trabajadores están aparcados en la puerta de la fábrica. Una barricada para evitar que la dirección de Druckguss siga sacando maquinaria de la fábrica, como ya ha hecho en cuatro ocasiones. «Se la llevan a la planta que tienen en Rumanía», protesta Raúl Peñafiel, presidente del comité de empresa por LAB. Es algo confirmado por Inspección y refrendado por los trabajadores de la chabola, que corroboran la información del compañero con insultos al patrón.

Así que los cinco trabajadores que hacen guardia en la chabola se alarman al oír un portazo de coche fuera. Un encorbatado entra a la caseta y les sonríe, tierno. «Aún nada de nada, ¿no?». Es un proveedor que fue a la empresa a cobrar facturas. «Duro ahí», se solidariza al despedirse.

«Yo voy a comer a casa de la suegra». «Yo, donde mis padres». «A mí me ayuda mi familia». Así se arreglan en vacas flacas los trabajadores. No han cobrado ni en septiembre ni octubre. «Y los huelguistas somos los que menos ganan. Somos mileuristas», ironiza Peñafiel, que tiene 49 años y lleva una década trabajando allí.

«Y vas a casa, y la mujer pregunta: ‘¿qué, nada?’», explica mohín un padre treintañero en chabola. Cuentan que de ánimos, cada vez peor; que la cosa no avanza, el personal se impacienta, «y acabas discutiendo por paridas. Es lo que quiere el dueño. Que nos vayamos», estima Peñafiel.

Ellos desean seguir trabajando porque, según afirman, la Druckguss en 2006 tuvo beneficios. «Pero si la cierran, que nos den lo nuestro. Que si me dan la cuenta que me corresponde, agur», puntualiza un empleado.

Sacar máquinas de madrugada

Un directivo apareció de madrugada con un camión y varias patrullas de la Ertzaintza con la intención de llevarse maquinaria de la fábrica. Pidió escolta para defenderse de los huelguistas. Los trabajadores de la chabola, según relatan ellos, protestaron y al final la Policía no permitió sacar nada de la empresa por estar en cierre patronal. La dirección sugiere que los huelguistas son violentos. Los empleados lo niegan y el inspector de trabajo en ningún momento hace constar este extremo en su informe.

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