València celebra las primeras Fallas Patrimonio de la Humanidad de la Unesco

Cremà de una falla del Ayuntamiento.
Cremà de una falla del Ayuntamiento.
EFE
Cremà de una falla del Ayuntamiento.

La comunidad fallera lo merecía. La fiesta de las Fallas es mucho más que los ninots que le dan nombre. Las Fallas son diálogo. Son creatividad. Son sátira. Son tradición.Las Fallas, además de ser patrimonio cultural del pueblo valenciano, son ya Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Por ese motivo, los valencianos, con sus instituciones públicas al frente, se han convertido en garantes de preservar los elementos fundamentales de una expresión cultural y festiva que ha despertado desde siempre el interés de medio mundo, desde mucho antes que nadie pensara en un reconocimiento internacional que lo avalara.

Tras manifestar la Unesco en 2003 la necesidad de reconocer la "relevancia de las manifestaciones y expresiones culturales que hasta entonces no tenían un marco jurídico y programático que las protegiera", la fiesta de las Fallas de València parecía cumplir con los principios que inspiraban esa Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial.

Con el objetivo de acceder a este reconocimiento se configuró en 2011 un equipo de trabajo multidisciplinar que derivó en el expediente definitivo, redactado por Josep Lluís Marín, Gil Manuel Hernández, Javier Mozas y José Martínez, bajo la coordinación de Jorge Miguel Guarro.

La entrega de ese documento marcó el inicio de una carrera que culminaría el pasado 30 de noviembre de 2016 en la ciudad etíope de Adís Abeba. La Unesco proclamaba ese día la inclusión de las Fallas en el selecto grupo de expresiones culturales que habían de gozar de una protección especial por parte de la comunidad internacional.

Un pueblo en torno a una fiesta

Como un hijo que a medida que crece va madurando y adquiriendo nuevas habilidades, València ha visto cómo, especialmente desde principios del siglo XX, la fiesta de las Fallas ha ido configurándose y enriqueciéndose culturalmente gracias a la incorporación de múltiples elementos relacionados con su cultura y su historia.

Desde los primeros artesanos que, cuando sus respectivos oficios se lo permitían, se ponían a 'hacer Falla' por pura vocación; pasando por los pirotécnicos que vieron en la pólvora una materia prima ideal para hacer arte con ella y ponerlo al servicio de la fiesta; la aportación de músicos, ya sea agrupados en bandas o en parejas de tabalet y dolçaina; hasta los indumentaristas que rescataron las claves de los trajes de València. Y es que si algo caracteriza a esta fiesta es la interacción, el compromiso y el diálogo entre sus actores.

Un diálogo que además se ha transmitido de generación en generación. Las sagas en los oficios más íntimamente relacionados con la fiesta, como los artistas falleros y los pirotécnicos, vienen a demostrar que trabajar para las Fallas es mucho más que un oficio: es una manera de entender la vida.

Y un compromiso al que se han sumado no solo las comisiones falleras y las asociaciones gremiales que configuran el tejido asociativo de la fiesta, sino también multitud de instituciones y organismos que han encontrado en esta expresión cultural un motivo para promocionar sus elementos identitarios y asentar su raigambre histórica.

Repercusión en la fiesta

El reconocimiento de la Unesco supone una garantía de calidad, algo que propiciará un mayor interés por la fiesta. Esto se traducirá, previsiblemente, tanto en un incremento del número de visitantes, como en la proliferación de nuevos estudios de las manifestaciones antropológicas centrados en la fiesta josefina. Se abre asimismo un nuevo abanico de posibilidades para los actores que configuran la fiesta.

Artistas falleros, pirotécnicos, indumentaristas… ven cómo sus creaciones adquieren ahora una nueva dimensión cultural, lo que supone una oportunidad para diseñar nuevas estrategias de crecimiento, mejoras y consolidación de sus oficios.

Ahora corresponde al pueblo conservar los elementos de la fiesta necesarios para, según el mandato de la Unesco, "garantizar su recreación y transmisión continuas". Algo que, en palabras de Pere Fuset, concejal de Cultura Festiva y presidente de JCF, debe hacer que los valencianos y valencianas tomen "conciencia de manera efectiva del tesoro que tenemos el honor de preservar".

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