Y no fueron los únicos porque a partir de las 11 de la mañana ya se contaban por miles las personas que hacían cola para subir en el Metrocentro en su primer día con pasajeros. El tranvía volvía a la ciudad cincuenta años después y generó mucha expectación.
La Plaza Nueva y la avenida de la Constitución eran un hervidero de gente que caminaba viendo pasar los trenes, animados por el tintineo de sus propias campanas y por las músicas de la Banda Municipal y de una charanga.
En el Prado de San Sebastián la fila de gente bordeaba incluso el lateral de la estación de autobuses. «Somos muchos, pero va rápido porque caben más de 200 personas y a los pocos minutos llega otro», cuenta María, que estaba en la cola para montarse con sus dos nietas.
Tras la fiesta, hoy llega la normalidad. Los trenes convivirán con el abundante tráfico diario de Menéndez y Pelayo, y los usuario tendrán que pagar. Funcionará de 6 de la mañana a 2 de la noche con una frecuencia de paso de siete minutos.
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