Nació en Ribadeo hace 37 años "casi por casualidad". Sin embargo, la costa lucense lo enganchó. Por eso, vuelve todos los veranos. Su pluma llevaba tiempo parada y cuando menos lo esperaba llegó su reconocimiento. El teléfono de Rubén Ruibal sonó el martes por la mañana.

Era César Antonio Molina, ministro de cultura. Le quería dar la noticia. Le habían concedido el Premio Nacional de Literatura Dramática. La obra galardonada: Limpeza de sangue.

¿Cómo se siente uno cuando descuelga el teléfono y el ministro de cultura le da una noticia así?

Sospechaba. Pensaba que era una broma. El ministro -que es coruñés- me habló en gallego y me trató de vecino. Después llamó el presidente del jurado y empecé a creérmelo.

¿Qué hiciste al colgar?

Estaba con mis padres y los niños. Cogí a los gemelos -de 2 años- y les di un abrazo muy bonito.

¿Cuál fue la primera persona a la que llamaste para darle la noticia?

A mi mujer, que estaba trabajando.

¿Cuántas veces suena tu teléfono ahora?

El martes tenía 200 mensajes, entre felicitaciones y llamadas perdidas. Una locura. No sabía que la batería de un móvil podía durar tanto y menos la oreja de un ser humano. Tenía el cerebro licuado.

Actor, escenógrafo, dramaturgo, amo de casa, agricultor, niñero, escribes un blog... ¿Algo más?

Payaso espiritual y de carácter. Pero la verdad es que ser padre de familia roba mucho tiempo.

El premio, ¿es un empujón para volver a escribir?

Sí. Estaba desanimado y alimenta el orgullo. Ahora estoy escribiendo un texto para el Centro Dramático. Después, intentaré ponerme y buscar a alguien que me ayude.

La obra ya fue premiada con el Álvaro Cunqueiro. Sin embargo, el premio no se cumplió porque no se llevó a escena. ¿Crees que se hará ahora que por segunda vez un gallego -en 1997 el galardonado fue Manuel Lourenzo- consigue el Nacional?

No creo. A este premio es difícil llegar y de la Consellería de Cultura no me mandaron ninguna felicitación. Tengo la confianza de que sea de tanto comunicar o cosa del cartero, aunque el recibo de la luz y del gas sí que me llegó.

La obra y el premio se los dedicas a Roberto Vidal Bolaño, ¿qué significó para ti?

Fue un maestro que desgraciadamente este país perdió y al que no se valoró. Limpeza de sangue se debe a él.

Los protagonistas, un yonki y un arquitecto, se hacen amigos en una sala de diálisis. ¿Qué tienen en común a parte de la enfermedad?

Poco, pero esa obligación de estar en una sala los lleva a entablar conversaciones. Los seres humanos tenemos preocupaciones muy vulgares.

¿Qué piensas del teatro gallego actual?

Está en una situación difícil como siempre. En Galicia es complicado. La política teatral no se nos puede encargar a nosotros. Hay que hacer cosas...

¿Falta de apoyos?

Apoyos a cosas equivocadas. Hay que potenciar el teatro aficionado e independiente.

¿Cómo ves el futuro?

Con ilusión. Con posibilidades de traducir la obra y que de ahí salga la puesta en escena.