Supervivientes de la violencia machista se recuperan del trauma vivido con mucho arte

  • Son mujeres que escaparon de maltratadores y confiaron en la pintura, la ilustración, la poesía o la restauración para empezar a recomponerse.
  • Utilizan su arte como altavoz contra todas las formas de violencia machista.
  • "El arte conecta los hemisferios del cerebro (racional y emocional) y permite a las mujeres reconectar con un pasado que de otra forma no son capaces de integrar".
  • 20minutos se suma a la revista 'Mía' en la organización de la carrera Hay Salida.
  • El 016 es el teléfono de asistencia a las víctimas de la violencia de género.
Cuadro al óleo de Cristina Masa, superviviente y artista.
Cuadro al óleo de Cristina Masa, superviviente y artista.
Cristina Masa
Cuadro al óleo de Cristina Masa, superviviente y artista.

Escriben poemas, pintan o editan novelas fotográficas para recuperar la cordura y el sentido del humor. Han estado al borde de morir asesinadas, les han prendido fuego al coche, pero consiguieron escapar de esos novios que las vigilaban incluso mientras se duchaban. Ahora recomponen los pedazos de las mujeres que fueron a través de su arte.

"Pintar me sirve para recuperar mi identidad perdida", explica Amparo, de 56 años y de Granada. "Compongo poesía para entender lo que me ha pasado", confiesa Bárbara, de Madrid. "Expresándome con la pintura cada día estoy mejor". Lo dice Cristina, de León. "Las fotos me devolvieron la confianza en mí misma", cuenta Angustias, de 33 años. "Mis dibujos permiten buscar en mi interior formas de alejarme del lobo del maltrato", resume María, de 45 años y también de Madrid.

El arteterapia es una técnica que emplean cada vez más quienes asisten a las víctimas de la violencia de género, a sabiendas de que funciona y pese a las restricciones presupuestarias que padecen las asociaciones.

Como experta en arteterapia y profesora de la Universidad Complutense de Madrid, Marián Cao está investigando en la actualidad sobre el papel curativo del arte frente al trauma. Parte de la base de que "la neurociencia ha evidenciado la eficacia de la creación artística, visual y escénica en las personas afectadas con trauma". Porque como esta profesora explica "el trauma afecta al lado emocional del cerebro, al hemisferio derecho, y el arte activa ese lado derecho y lo conecta con el izquierdo, el racional. Así se consigue, por ejemplo, desbloquear a una mujer víctima de malos tratos que tiene las emociones encapsuladas y reprimidas".

"Los talleres de arteterapia son espacios seguros en donde se generan lazos de confianza que propician libertad. Y eso hace que aparezca el proceso creador tan liberador, que te lleva a un estadio del fluir en el que se produce placer sin juzgar y sin ser juzgado", defiende Marián Cao. "En los casos de violencia de género, las víctimas cognitivamente saben que no son culpables, pero el cuerpo lleva la cuenta emocional del dolor y del daño. La expresión artística les ayuda a reconectar con lo emocional, a recuperar el placer y la postura empoderadora".

Cristina, Ana, María, Bárbara, Amparo y Angustias comparten su experiencia. Crear les ayudó a salir de la espiral de la violencia machista.

Cristina Masa: "Pintar es expresar cuando no eres capaz de hablar"

La Policía tuvo que tomar cartas en el asunto ya cuando su expareja le quemó el coche a modo de aviso de lo que le podía llegar a suceder. "Un infierno", así describe la relación que duró tres años y de la que no se veía capaz de salir. "Era muy difícil", se sincera Cristina Masa entre clase y clase de pintura en León, la ciudad que le acogió y donde vive con sus hijos y con una orden de alejamiento por los próximos diez años de su agresor, su expareja.

"Durante muchos años no lo hablé con nadie, ni siquiera era capaz de pintar lo que llevaba dentro y eso que pinto desde los seis años. Hasta que hace tres o cuatro años hice un cuadro sobre el sufrimiento". Le salieron caras, caras de mujeres expresando sentimientos de dolor. Solo un tiempo después se dejó fluir porque "la pintura es una forma de expresar cosas que no eres capaz de hablar con los demás".

Cristina Masa ama la naturaleza y el color que hay en ella, y se convierte en protagonista de la mayor parte de su obra pictórica. Sin embargo, de unos meses a esta parte, ya desbloqueada interiormente, dedica parte de su tiempo a organizar talleres de pintura con mujeres en situación de exclusión como voluntaria. "Ayudando y expresando con la pintura cada día estoy mejor", afirma tajante.

"Sé lo difícil que es salir, es muy duro, eres un manojo de confusión y el cerebro no te ayuda. Vives en un mundo caótico, pero se consigue. Yo lo noto en las mujeres con las que trabajo, que al principio todo lo pintan triste y apagado, sin colores bonitos y a medida que salen lo que ves es que emplean tonos más luminosos, paisajes más abiertos. Es una gran terapia, una forma perfecta de trabajar".

Ana Bella: "El olor del óleo me transportaba al sufrimiento vivido"

Hay una faceta muy poco conocida de esta famosa superviviente y emprendedora andaluza, Ana Bella, cuya fundación ayuda a diario a mujeres a salir airosas de la violencia de género. Cuenta que disfrutaba pintando cuando era niña e incluso ganaba premios del colegio en la modalidad artística.

Pero a los 18 años se casó con un artista profesional que le prohibió a ella "ir a la universidad, leer libros, comer mantecados" y que le obligaba a estar siempre "a menos de tres metros de él". Para vender los cuadros que pintaba solo él, la pareja montó dos galerías de arte, en Marbella y Puerto Banús. Ella quiso también pintar y exponer sus creaciones, pero eso también se lo prohibió.

Años después, en 2009, ya como superviviente de aquella relación que casi acaba con su vida, una compañera de la fundación propuso realizar talleres de artes aplicadas para fortalecer el proceso de superación de la violencia. "Ayudar a otras mujeres me motivó a volver a pintar", explica. Y eso que "el simple olor del óleo me transportaba al sufrimiento que había vivido", recuerda. "Mi marido se compró un látigo porque decía que con la correa yo no obedecía a sus sugerencias a la primera".

Coger de nuevo los pinceles fue en su caso un acto de valentía. Desde la separación nunca había vuelto a entrar en una galería de arte y en su casa no había ni un cuadro colgando de las paredes para no pensar en él. "Pero decidí no seguir siendo una víctima. Me armé de valor y confianza en mí misma, subí a mi azotea de Sevilla, preparé la paleta y comencé a pintar al sol. Fueron 20 cuadros en dos días. Llorando y reexperienciando todo el dolor del maltrato vivido, pero sintiendo la liberación de volver a ser Ana Bella, libre, líder de mi vida, feliz con la fortaleza de haber superado los malos tratos y haber redirigido mi energía hacia la empatía y la productividad", recuerda.

María Sánchez: "Crear arte ayuda a 'resetear' la autoestima"

Su técnica artística parece una metáfora de su vida. María Sánchez ilustra a rotulador, un método que no admite arrepentimiento porque "si metes la pata te ves obligada a empezar de nuevo". Sánchez también tuvo que empezar de nuevo y desde cero como mujer y superviviente de malos tratos.

Antes de escapar de su agresor, esta ilustradora ya dibujaba lobos, aunque fue después de huir que éstos adquirieron el simbolismo que ahora les da como representación del maltrato machista. Su obra, que a ella le ha servido para resetear su autoestima, la emplean terapeutas para ayudar a mujeres a identificar las secuelas del maltrato.

"Mis dibujos transmiten esperanza y positividad. Porque la violencia no se cura con violencia, sino que se cura con amor", opina Sánchez. "La filosofía es que tienes que amarte a ti misma, porque es la solución a la lacra social que estamos viviendo con la violencia de género. El amor a una misma te impediría caer en las garras del lobo".

El proyecto de esta artista se llama Maríayolé, y a ella le gusta describirlo como un flotador para tantas mujeres que se sienten identificadas como maltratadas. "Contactan conmigo porque se ven reflejadas y muchas veces yo las puedo ayudar y derivar a los recursos que necesitan". El arte para esta ilustradora es "otra forma de comunicar, de denunciar y de luchar".

Bárbara Vázquez: "Escribo poesía de autoconocimiento personal"

Empezó a escribir en versos y descubrió a que a través de la poesía, de esa escritura condensada, lograba "entender" que lo que le había pasado era que "el príncipe se convirtió en sapo".

"Me tiré un viaje de dos horas de coche diciéndome a mí misma que no me engañaría más. Por eso tengo una norma y es que no miento a nadie y la primera a la que no miento es a mí misma. Lejos de sentir miedo, me dije, voy a hacer una limpia con todas las cosas que me hacía y que me decía: que no valía, que era una asquerosa, una puta, y las iba tirando fríamente por la ventana. Así ya no harían mella en mí".

Los poemas que Bárbara continúa escribiendo son versos "de autoconocimiento personal". En cuanto al estilo, explica que procura "que sea amable en sus conceptos y formas. No tanto para mí misma sino para los demás. Porque lo más importante es que aunque tengas que explicar situaciones difíciles, tienes que trasladar fuerza, empatía y motivación. Sí, hay partes desgarradoras, algo que me ha dolido y he superado, pero empiezo por la automotivación porque si te maltratan necesitas leer cosas que te hagan sentir bien", describe.

"Siempre animo a la gente a hacer lo mismo, a escribir, porque aunque vivimos un mundo muy visual, hay que desarrollar cómo nos sentimos las personas que conseguimos salir de esto". A ella empuñar un bolígrafo le ayudó a ordenar lo que vivía y como se sentía.

"Te notas desorientada, bloqueada, pero te obligas a pensarlo y a escribirlo, ordenas las ideas que te llegan a mil por hora, y de un porrazo se conectan y empiezas a escribir organizadamente, era una manera muy de verdad de organizarme a mí misma".

Amparo Quiroga: "Enfermé y pedí lienzos en el centro de acogida"

Acaba de cumplirse un año desde que Amparo salió de su casa hacia un centro de emergencia para mujeres maltratadas. En principio en estos espacios las mujeres tienen permiso para permanecer dos meses, pero en su caso, de lo afectada que estaba, se quedó cinco. "Mi maltrato fue psicológico y muy fuerte. Quedé enferma y medicada con fármacos que me atontaban. Hasta que un día dije que tenía que ayudarme yo misma y les pedí a las chicas que trabajaban en el centro unos lienzos". Nunca antes había pintado, y de la prolongación de sus brazos que fueron desde entonces los pinceles emanaron payasos, flores, globos, cuadros que sirvieron para decorar el centro de estancia temporal.

Otra nueva costumbre de Amparo como superviviente fue recoger objetos de la calle que la gente había desechado. Así restauró una mesa y después un espejo que colocó en un lugar común para que se pudieran mirar en él también sus compañeras. "Me sirvió para sentirme viva porque yo había perdido mi identidad. Era, soy, una persona muy activa que hacía muchas cosas, pero él me lo quitó todo. Y me ayudó muchísimo. Después también empecé a escribir artículos para la revista del centro. Me ayudaba a expresar cómo estaba y a encontrar formas de solucionar mis problemas.

Sus problemas derivaban de la ansiedad, de sufrir ataques tan fuertes que tenían que recogerla en ambulancia. "Se crea una dependencia con ese hombre y como te lo estás quitando, como cuando no puedes tomar alcohol, pues sabes que si pruebas un poquito vuelves a caer. Esa es la abstinencia contra la que tienes que luchar, y es terrible. Yo lo sentía a veces detrás de mí, aun estando en el centro de acogida".

Con sus cuadros y decoraciones, Amparo dice que "no te curas del todo, pero lo vas superando poco a poco y hoy en día me da la ansiedad con el dolor de dientes y el pecho, pero empiezas a trabjar con ella y haces que se vaya, porque si se lo permites ella entra y te vuelve del revés". Y anima a todas las supervivientes a explorar su vena artística: "No importa si no lo haces divinamente, si no eres artista... Pero pintar, leer, escribir te pasa a otro plano, estás concentrada y quieres perfeccionarte, te llena y te hace sentir muy bien. A mí me ayudó muchísimo".

Angustias: "La fotografía me devolvió la confianza en mí misma"

Al principio tuvo sus reticencias a la hora de decidirse a asistir al taller de fotografía que le recomendó su psicóloga. Porque sabía que implicaba recordar todo lo que deseaba olvidar. Un noviazgo en el que se vio desbordada, sin poder hacer nada pese a que sabía que podía acabar muerta. Su ex la sometía a una presión inhumana, la vigilaba hasta cuando entraba a la ducha y cada mañana controlaba hasta qué bragas vestía. "Y si eran bonitas o un poco sexis, empezaba la pelea".

Angustias, nombre bajo el que elige esconderse la mujer de 33 años que cuenta su historia, no sabía muy bien qué fotografiar cuando le hicieron el primer encargo en 'Enfocadas', el proyecto de creación artística de desarrollo personal y empoderamiento social y creativo de mujeres que sufrieron violencia de género. "No sabía qué hacer. No quería hacer lo típico morboso de los anuncios de violencia de género. Dentro de todo lo malo y horrible que esto es quería emplear un punto de humor, enfocarlos desde otro punto de vista. Pero dudaba de que la gente no lo entendiera y pensara que estaba loca".

El taller aportó en entorno de seguridad y confianza a Angustias, que se atrevió a comprarse un muñeco "con cara de  macarra pegón" para que hiciera de su ex, y lo fotografió ahí sentado en el inodoro "porque cuando me duchaba lo tenía ahí sentado, mirándome: intimidad cero", explica. Ese era su día a día. No solo no se podía duchar sola, sino que tampoco podía salir al balcón a tender la ropa sola.

Otra de sus fotografías retrata una instalación de tendedero con un conjunto de bragas de todos los tipos y colores. "Cuando cerré el capítulo de la violencia", explica Angustias, "me apetecía comprarme bragas bonitas para mí, porque todos los días me miraba si iba con bragas monas o un poco sexis, y si se lo parecía había pelea". Ahora Angustias se pone las bragas que quiere, las que le apetece, "para sentirme guapa".

Guarda gran recuerdo de una experiencia muy recomendable. Su proyecto final lo tituló "fuerza" y es que eso es precisamente lo que adquirió en el taller de novela fotográfica. "Conseguí mucha fuerza, sentirme muy fuerte, en el sentido de creer que podía sobrellevarlo, porque me habían humillado tanto que me vine abajo y no creía en mí. Esto me devolvió la confianza en mí misma".

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