'Nubes en una bolsa': el impacto de los globos aerostáticos del siglo XVIII y sus aeronautas

  • Una exposición recuerda el pasmo general cuando en 1783 los hermanos franceses Montgolfier hicieron elevarse un globo de aire caliente de tela y papel.
  • Poco después 130.000 personas se reunieron para ver como ascendía otra aeronave no propulsada con un gallo, una oveja y un pato como tripulantes.
  • Jean-François Pilâtre de Rozier fue el pionero de los vuelos con humanos. Unos años después fue también la primera víctima mortal de un accidente aéreo.
Pequeña caja de cerámica con un globo aerostático cruzando el Canal de la Mancha
Pequeña caja de cerámica con un globo aerostático cruzando el Canal de la Mancha
Smithsonian Institution
Pequeña caja de cerámica con un globo aerostático cruzando el Canal de la Mancha

A lo largo del año 1783 los imaginativos y tenaces hermanos franceses Joseph-Michel y Jacques-Étienne Montgolfier dejaron atónita a la opinión pública de su tiempo al lograr que se elevaran y volasen los primeros globos aerostáticos de los que se tiene noticia fehaciente. En varias ocasiones, la pareja —hijos de un fabricante de papel que, jugando con una bolsa, descubrieron que el aire caliente la hacía llegar al techo de la habitación— consiguió el objetivo de hacer volar distintas aeronaves.

Era tal el ansia colectiva por el aparente milagro de vencer la gravedad que una multitud de 130.000 personas, incluyendo a los reyes Luis XVI y María Antonieta y la corte francesa en pleno, vieron en Versalles, el 15 de octubre del mismo año, como un globo ascendió 26 metros. Como tripulantes, en una cesta enganchada a la aeronave, viajaban los primeros seres vivos en elevarse del suelo: un gallo, una oveja y un pato.

Uno de los espectadores del prodigio fue Jean-François Pilâtre de Rozier, un valet de chambre del rey, a quien pidió permiso para ser el primer humano en convertirse en aeronauta —la palabra aún no existía y a los globos se les llamaba montgolfière, algo así como mongolfiera, en honor a los inventores. El monarca aceptó la petición y el arrojado sirviente tripuló un globo el  21 de noviembre de 1783. El ingenio alcanzó una altura de 914 metros y recorrió 13 kilómetros en 25 minutos.

Aunque ensombrecida por una tragedia —De Rozier fue la primera víctima mortal de un accidente aéreo al intentar cruzar en globo el Canal de la Mancha en junio de 1785—, las nubes metidas en una bolsa, como se llamaba popularmente a los globos, se convirtieron en una sensación y una fiebre de carácter mundial. La exposición Clouds in a Bag (Nubes en una bolsa) reúne grabados, ilustraciones y objetos que demuestran la fascinación que despertaron los globos y sus tripulantes en las décadas siguientes.

Colección privada de mil objetos

Instalada durante todo 2017 en el Udvar-Hazy Center, una de las sedes del Museo Nacional del Aire y el Espacio, el centro con el mayor conjunto del mundo de aviones y naves espaciales y una de las instalaciones del complejo del Smithsonian en Washington (EE UU), la muestra está integrada por una selección de una colección privada de un millar de grabados, ilustraciones y objetos adquirida por el museo en 2014 y nunca hasta ahora catalogada y exhibida.

"Cuando el primer globo se alzó sobre los tejados de París a finales del siglo XVIII, grandes multitudes se reunieron para verlo", dando pie a un "fenómeno que estimuló a una nueva era de aeronautas" y sueños sobre "quién podría volar más", dicen los organizadores. Pese a estar fundada en el muy antiguo principio de los fluídos de Arquímides, el logro despertó un boom de emoción en el mundo entero, añaden.

'Despues de siglos, al fin volamos'

"La invención del globo golpeó a hombres y mujeres de finales del siglo XVIII como un rayo porque el público pensó: ¡Después de siglos de soñar, al fin volamos por el aire!", dice Tom Crouch, curador de aeronáutica del museo. La intención de la muestra es que los visitantes compartan parte de aquel fervor.

En la muestra destacan carteles de época anunciando el lanzamiento de globos; un abanico de 1900 que reproduce, en un delicado bordado, la elevación de otro; una cequeña caja de cerámica vidriada con la escena de un tercero, de aire caliente e hidrógeno, cruzando el Canal de la Mancha; una caja de rapé con un motivo similar...

Cuatro aeronautas de prestigio

La web de la exposición también añade contenido extra, como las reseñas biográficas de cuatro aeronautas que alcanzaron gran prestigio y fama: Vincenzo Lunardi (1754-1806), el primero en volar sobre suelo inglés, en septiembre de 1784; James Sadler (1753-1828), un pastelero que consiguió ser el segundo un mes más tarde;  Charles Green (1785-1870), el más conocido de los aeronautas de Gran Bretaña en el siglo XIX, y Thaddeus Sobieski Constantine Lowe (1832–1913), el primero en volar en los EE UU.

Otro añadido de interés es el artículo ilustrado Launching the Balloon Era (Preparando la era de los globos), sobre artilugios imaginados para poder separarse del suelo y volar.

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