En otros lugares lo son más. Y los que más aquí, los inmigrantes, porque entienden lo que es el desamparo, aunque les cueste más económicamente. Los alicantinos utilizan la táctica del avestruz: si no lo veo, no existe. Nos vendría bien verlo de cerca.

Aún así, ¿vuestro proyecto ha tenido aceptación?

Sí, a pesar de que hay mucha gente que ya colabora con otras ONG. Al tener Aldeas en España, hay un acercamiento al que la gente no está acostumbrada. Nosotros damos bastante confianza.

¿Cómo trabajáis?

Servicios Sociales deriva los niños. Tratamos de mantener los vínculos entre hermanos y de darles una nueva oportunidad en la vida. Las educadoras hacen de madres: viven con ellos, van a las reuniones del colegio… Y están los Centros de Programas Sociales CPS, para prevenir todos los problemas que llevan a los chicos a la Aldea.

¿Qué os diferencia?

Trabajamos en mesas, no abordamos a nadie y estamos al abrigo de un organismo. Esto da confianza a la gente. Somos distintos por nuestro perfil de colaboradora: señoras a partir de 45 años, y que no tienen tanto ímpetu. Y estamos una semana en cada barrio.

BIO

Tiene 37 años, estudió Historia y ha vendido desde libros hasta zapatos. Desde enero es la directora de la delegación de Alicante de la ONG Aldeas Infantiles SOS.