Quizá por su formación universitaria como químico, el fotógrafo alemán Albert Renger-Patzsch (1897-1966) necesitaba examinar con detenimiento y mostrar con frialdad desapasionada los temas que retrataba. Se alejaba conscientemente del vanguardismo experimental que primaba en su tiempo, el periodo de entreguerras, y optaba por anular la emotividad y decantarse hacia una claridad impasible.

Era el único fotógrafo notable de la Nueva Objetividad, el grupo de artistas alemanes que en las décadas de los años veinte y treinta, especialmente difíciles para un país que acaba de sufrir las consecuencias de la derrota en la I Guerra Mundial y en el que anidaba el germen del nazismo que conduciría a la segunda. Una colección semiinédita de Renger-Patzsch sobre las instalaciones industriales de la cuenca del Rurh, en aquel momento la región más boyante del sector primario europeo, se expone en Múnich.

Albert Renger-Patzsch. Ruhrgebietslandschaften (Paisajes industriales del Ruhr), que tiene en cartel, hasta el 23 de abril de 2017, la Pinacoteca Moderna de la ciudad bávara, muestra 83 imágenes de una amplia serie sobre el área que el fotógrafo recorrió extensivamente entre 1927 y 1935, cuando ya era considerado uno de los artistas más notables de la Neue Sachlichkeit (Nueva Objetividad, en alemán).

La colección, de gran importancia histórica porque casi todo el archivo de Renger-Patzsch fue destruido por los bombardeos aliados contra la Alemania nazi, responde a las premisas con las que trabajaba el fotógrafo: mostrar la textura de la realidad para representar la esencia de los objetos o paisajes. En una línea similar a la de su compatriota August Sander o el realista estadounidense Edward Weston reducía al máximo la emotividad y se adjudicaba la condición de observador sereno, objetivo e impasible.

"El secreto de una buena fotografía, que como una obra de arte puede tener cualidades estéticas, es su realismo... Dejemos, pues, el arte a los artistas para esforzarnos en crear, con los medios propios de la fotografía y sin tomar nada prestado del arte, imágenes que prevalecerán solamente por sus cualidades fotográficas", escribió en alguna ocasión esta impávido cazador con mirada de científico.

Las afueras de los pueblos, estanques, caminos rurales, descampados, minas de carbón a cielo abierto, viviendas y, sobre todo, establecimientos industriales eran capturados por Renger-Patzsch en busca de la esencia final de cada tema. Los organizadores de la exposición destacan la "emotividad reservada" y las "composiciones claras" como marcas de estilo, singulares porque no encajaban del todo en las aspiraciones de los pintores de la Nueva Objetividad de captar la violenta y tensa desesperación de la época.

Aunque el estilo del artista ha sido superado y puede parecer desde el presente un tanto pasado de moda, Renger-Patzsch deseaba demostrar que la tecnología y la industria son formalmente una imitación de la naturaleza. Con una ferviente fe en la armonía subyacente en toda la creación —una certeza que también hoy resulta ingenua—, la maestría técnica del fotógrafo y su compromiso con un estilo de precisión casi quirúrgica, como han anotado los historiadores, son innegables.

La serie de paisajes del Ruhr, concluyen desde el museo, es una "obra maestra de la fotografía industrial y paisajista modernista", con una influencia de la serie que persiste en la fotografía contemporánea, por ejemplo, en la obra de los posmodernos Bernd y Hilla Becher.

"Alrededor de 80 años después de que fueron tomadas, las fotografías de Albert Renger-Patzsch son más relevantes que nunca porque sirven como un comentario visual sobre las discusiones actuales relacionadas con el urbanismo expansionista y la rehabilitación de los paisajes tras el agotamiento o cierre de las explotaciones mineras", añaden los organizadores de la muestra.