"Bazille era el más dotado y el más agradable de nosotros en todos los sentidos de la palabra", dijo su amigo Edmond Maître cuando glosó la vida del pintor que acababa de fallecer combatiendo como soldado en la guerra franco-prusiana de finales del siglo XIX, un conflicto que sirvió de aviso y prólogo a la I Guerra Mundial. Frédéric Bazille (1841-1870) no llegó a los 29 años —lo mataron días antes de cumplirlos— pero fueron suficientes para que ejerciera como pintor con una mirada talentosa sobre la vida moderna y desplegase una energía vital y un dandismo que le convertían en irresistible.

El Museo d'Orsay de París es la primera pinacoteca pública francesa en organiar una antología de alcance para recuperar a un artista a quien solo la muerte prematura impidió convertirse en una primera figura de las artes plásticas de su época. Frédéric Bazille (1841-1870). La jeunesse de l'impressionnisme (Frédéric Bazille (1841-1870). La juventud del impresionismo) compara una amplia selección de cuadros del artista, un practicante de la pinture claire (pintura clara) que buscaba capturar la luz y sus matices, con otras obras de creadores contempóraneos.

Nacido en una familia protestante y conservadora de la alta burguesía de Montpellier que no veía con agrado la pasión del hijo por las bellas artes —pintaba y tocaba el piano—, le consideraba un diletante y sólo se avino a permitirle estudiar en París si se matriculaba también en Medicina, aunque sólo cursó dos años, porque se introdujo en los ambientes bohemios de la capital y empezó a relacionarse con otros artistas. Fue muy amigo de Pierre-Auguste Renoir, Claude Monet y Édouard Manet e incluso compartieron un estudio que pagaba la familia de Bazille.

Cuando sólo tenía 23 años firmó lienzos que llamaron la atención por su delicadeza en la composición y un empleo nada artificioso del color. Los óleos El vestido rosa, que muestra a su prima de cuerpo entero y en escorzo mientras está sentada en un muro, y Reunión Familiar, ambos propiedad del d'Orsay, son las piezas más destacadas de su producción en esta primera época y avanzan algunas de las características del impresionismo, que se estaba gestando aunque no sería bautizado como escuela, englobando a todos los colegas de Bazille, hasta 1874, cuatro años después de la muerte de éste.

Aunque sus primeros cuadros son los de un artista en vías de desarrollo influido por los maestros del realismo Courbet, Manet y Monet, los dos óleos citados y el bellísimo y dinámico Escena de verano, donde un grupo de chicos jóvenes juegan y retozan en una pradera fluvial, le hicieron merecedor del calificativo de "pintor juvenil", con las connotaciones de "desafío, hito, victoria o fracaso" de la expresión.

El reducido número de pinturas que forman la obra de Bazille —un máximo de sesenta— permite percibir la progresión del joven artista hacia una expresión cada vez más personal de su "temperamento", como solía decirse en la época sobre el estilo personal notable. "Espero", dijo en una ocasión con certeza, "que si alguna vez logro algo, habré tenido el mérito de no haber copiado a nadie".

La exposición se organiza de forma temática y cronológica, yuxtaponiendo las obras de Bazille con las de otros artistas de su tiempo como, además de los citados, Delacroix, Fantin-Latour y Cézanne. Estas "astutas correlaciones", explican los organizadores, sitúan al joven pintor en el mismo contexto temático de los "grandes temas abordados por la pintura de vanguardia de la década de 1860", a cuyo desarrollo "contribuyó plenamente" y aportó una "original inspiración".